Löydetty 995 Tulokset: fuego del cielo

  • Pero la bestia fue apresada, y con ella el falso profeta, que con sus prodigios ante la otra bestia había seducido a los que llevaban la marca de la bestia y habían adorado su estatua. Y fueron arrojadas vivas las dos a un estanque de fuego, de azufre ardiente. (Apocalipsis 19, 20)

  • Vi un ángel que bajaba del cielo; tenía en la mano la llave del abismo y una gran cadena. (Apocalipsis 20, 1)

  • Subieron a la superficie de la tierra, y rodearon el campamento de los santos, la ciudad amada; pero cayó fuego del cielo y los devoró. (Apocalipsis 20, 9)

  • El diablo, que lo seducía, fue arrojado al estanque de fuego y de azufre, donde están la bestia y el falso profeta, y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos. (Apocalipsis 20, 10)

  • Vi un gran trono blanco y al que estaba sentado sobre él. El cielo y la tierra huyeron de su presencia, sin que se encontrase su lugar. (Apocalipsis 20, 11)

  • La muerte y el abismo fueron arrojados al estanque de fuego: el estanque de fuego es la segunda muerte. (Apocalipsis 20, 14)

  • Y el que no fue encontrado escrito en el libro de la vida fue arrojado al estanque de fuego. (Apocalipsis 20, 15)

  • Vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían desaparecido; y el mar ya no existía. (Apocalipsis 21, 1)

  • Y vi a la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo del lado de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su esposo. (Apocalipsis 21, 2)

  • Pero los cobardes, los incrédulos, los depravados, los homicidas, los lujuriosos, los hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su herencia en el estanque ardiente de fuego y de azufre: ésta es la segunda muerte". (Apocalipsis 21, 8)

  • Y me llevó en espíritu sobre un monte grande y alto, y me mostró la ciudad santa, Jerusalén, que bajaba del cielo de junto a Dios (Apocalipsis 21, 10)


“O Senhor sempre orienta e chama; mas não se quer segui-lo e responder-lhe, pois só se vê os próprios interesses. Às vezes, pelo fato de se ouvir sempre a Sua voz, ninguém mais se apercebe dela; mas o Senhor ilumina e chama. São os homens que se colocam na posição de não conseguir mais escutar.” São Padre Pio de Pietrelcina