Löydetty 501 Tulokset: Bel

  • Saúl le preguntó: "¿De quién eres hijo, muchacho?". David le respondió: "Soy hijo de tu siervo Jesé, el de Belén". (I Samuel 17, 58)

  • Si tu padre me echa de menos, le dirás: David me pidió con insistencia que le permitiera hacer una escapada a Belén, su ciudad, porque celebran allí el sacrificio anual por el clan. (I Samuel 20, 6)

  • Jonatán respondió: "David me pidió con insistencia permiso para ir a Belén. (I Samuel 20, 28)

  • Mira, padre mío, mira la orla de tu manto en mi mano. Puesto que he cortado la orla de tu manto y no te he matado, reconoce claramente que no hay en mí maldad ni rebeldía. Yo no he pecado contra ti; tú, por el contrario, me acechas para quitarme la vida. (I Samuel 24, 12)

  • Llevaron a Asael y le sepultaron en el sepulcro de su padre, en Belén. Después Joab y sus hombres caminaron durante toda la noche y, al llegar el día, estaban en Hebrón. (II Samuel 2, 32)

  • Una tarde, después de la siesta, David, paseando por la terraza del palacio, vio a una mujer que estaba bañándose. La mujer era muy bella. (II Samuel 11, 2)

  • Absalón, hijo de David, tenía una hermana que era muy bella. Se llamaba Tamar. Amnón, hijo de David, se enamoró de ella. (II Samuel 13, 1)

  • No había en todo Israel un hombre que fuese tan celebrado por su belleza como Absalón. Desde la planta de los pies hasta la coronilla de la cabeza no había defecto alguno en él. (II Samuel 14, 25)

  • Absalón tuvo tres hijos y una hija, que se llamaba Tamar, y era muy bella. (II Samuel 14, 27)

  • Sebá recorrió todas las tribus de Israel y llegó a Abel Bet Maacá; todos los bicritas se reunieron y le siguieron. (II Samuel 20, 14)

  • Los de Joab llegaron y lo asediaron en Abel Bet Maacá. Levantaron un terraplén contra la ciudad, y todo el ejército que seguía a Joab hacía minas para hacer caer la muralla. (II Samuel 20, 15)

  • Ella dijo: "En otro tiempo había la costumbre de decir: Para consultar, que se consulte en Abel y en Dan; y todo se arreglaba así. (II Samuel 20, 18)


“Menosprezai vossas tentações e não vos demoreis nelas. Imaginai estar na presença de Jesus. O crucificado se lança em vossos braços e mora no vosso coração. Beijai-Lhe a chaga do lado, dizendo: ‘Aqui está minha esperança; a fonte viva da minha felicidade. Seguro-vos, ó Jesus, e não me aparto de vós, até que me tenhais posto a salvo’”. São Padre Pio de Pietrelcina