Löydetty 351 Tulokset: nuestros

  • Por esto han caído a espada nuestros padres; y nuestros hijos, hijas y mujeres se hallan en cautividad. (II Crónicas 29, 9)

  • Con él está un brazo de carne, pero con nosotros está Yahveh nuestro Dios para ayudarnos y para combatir nuestros combates.» Y el pueblo quedó confortado con las palabras de Ezequías, rey de Judá. (II Crónicas 32, 8)

  • «¡Id!; consultad a Yahveh por mí y por el resto de Israel y de Judá, acerca de las palabras del libro que ha sido encontrado, porque grande es la cólera de Yahveh que se derrama sobre nosotros; pues nuestros padres no han guardado la palabra de Yahveh haciendo conforme a todo lo escrito en este libro.» (II Crónicas 34, 21)

  • Pero nuestros padres irritaron al Dios del cielo, y él los entregó en manos de Nabucodonosor, el caldeo, rey de Babilonia. (Esdras 5, 12)

  • ¡Bendito sea Yahveh, Dios de nuestros padres, que movió de esta manera el corazón del rey para glorificar la Casa de Yahveh en Jerusalén, (Esdras 7, 27)

  • Allí, a orillas del río Ahavá, proclamé un ayuno para humillarnos delante de nuestro Dios y pedirle un viaje feliz para nosotros, nuestros hijos y nestros bienes. (Esdras 8, 21)

  • Y les dije: «Vosotros estáis consagrados a Yahveh; estos utensilios son sagrados; esta plata y este oro son una ofrenda voluntaria a Yahveh, Dios de nuestros padres. (Esdras 8, 28)

  • y dije: «Dios mío, harta vergüenza y confusión tengo para levantar mi rostro hacia ti, Dios mío. Porque nuestros crímenes se han multiplicado hasta sobrepasar nuestra cabeza, y nuestro delito ha crecido hasta el cielo. (Esdras 9, 6)

  • Desde los días de nuestros padres hasta el día de hoy nos hemos hecho muy culpables: por nuestros crímenes fuimos entregados, nosotros, nuestros reyes y nuestros sacerdotes, en manos de los reyes de los países, a la espada, al cautiverio, al saqueo y al oprobio, como todavía hoy sucede. (Esdras 9, 7)

  • Mas ahora, en un instante, Yahveh nuestro Dios nos ha concedido la gracia de dejarnos un Resto y de darnos una liberación en su lugar santo: nuestro Dios ha iluminado así nuestros ojos y nos ha reanimado en medio de nuestra esclavitud. (Esdras 9, 8)

  • «Mas después de todo lo que nos ha sobrevenido por nuestras malas acciones y nuestras culpas - y eso que tú, Dios nuestro, has disminuido nuestros crímenes y nos has concedido esta liberación - (Esdras 9, 13)

  • Nuestros jefes podrían representar a toda la asamblea: todos los que en nuestras ciudades se hayan casado con mujeres extranjeras, vendrían a plazos fijados, acompañados de los ancianos y los jueces de cada ciudad, hasta que hayamos apartado de nosotros el furor de la cólera de nuestro Dios por causa de este asunto.» (Esdras 10, 14)


“Como é belo esperar!” São Padre Pio de Pietrelcina