Löydetty 260 Tulokset: salió

  • El rey dio orden a Banaías, hijo de Yoyada, quien salió y mató a Semeí. Con todo esto, el reino se hizo más fuerte en manos de Salomón. (1 Reyes 2, 46)

  • Hiram salió de Tiro para ver los pueblos que Salomón le había dado, pero no le gustaron. (1 Reyes 9, 12)

  • Un día que salió Jeroboam de Jerusalén, el profeta Ajías, de Silo, lo encontró en el camino. Este iba cubierto con un manto nuevo y estaban los dos solos en el campo. (1 Reyes 11, 29)

  • Por orden de Yavé un hombre de Dios salió del país de Judá y llegó a Betel en el momento en que el rey Jeroboam, de pie al lado del altar, se preparaba a quemar incienso. (1 Reyes 13, 1)

  • Estando Abdías en camino, Elías le salió al encuentro. Lo reconoció Abdías y, cayendo con el rostro en el suelo, le dijo: «¿Eres tú Elías, mi señor?» (1 Reyes 18, 7)

  • Elías al oírlo se tapó la cara con su manto, salió de la cueva y se paró a su entrada. Y nuevamente se le preguntó: «¿Qué haces aquí, Elías?» (1 Reyes 19, 13)

  • Entonces salió el rey de Israel con carros y caballerías, causando a los arameos una derrota enorme. (1 Reyes 20, 21)

  • Los hombres lo tomaron como buena señal y se apresuraron a aprovechar esta respuesta diciendo: «Hermano tuyo es Ben-Hadad.» El les dijo: «Vayan y tráiganlo.» Ben-Hadad salió hacia el rey de Israel y el rey lo hizo subir a su carro. (1 Reyes 20, 33)

  • Le respondieron: «Nos salió al paso un hombre que nos dijo: Vuelvan al rey que los envió y díganle de parte de Yavé: ¿Por qué envías a consultar a Baalzebub, dios de Acarón? ¿Será porque no hay Dios en Israel? Por eso, de la cama donde te acostaste no te levantarás, sino que ahí morirás.» (2 Reyes 1, 6)

  • El rey les preguntó: «¿Qué aspecto tenía el hombre que les salió al paso y les dijo esas palabras?» (2 Reyes 1, 7)

  • Aquel día, salió el rey Joram de Samaria y pasó revista a todo Israel. (2 Reyes 3, 6)

  • Entonces la madre subió y lo acostó sobre la cama de Eliseo. Cerró la puerta y salió. (2 Reyes 4, 21)


“É necessário manter o coração aberto para o Céu e aguardar, de lá, o celeste orvalho.” São Padre Pio de Pietrelcina