7. Ella le replicó: «Déjame, no intentes engañarme. Mi hijo ha muerto.» Y todos los días se iba a mirar el camino por donde su hijo había marchado. No creía a nadie. Y cuando se ponía el sol, entraba en casa y pasaba las noches gimiendo y llorando, sin poder dormir.





“Para consolar uma alma na sua dor, mostre-lhe todo o bem que ela ainda pode fazer.” São Padre Pio de Pietrelcina