Jeremías, 2
9. Por eso, voy a entrar todavía en pleito con ustedes -oráculo del Señor- y también con los hijos de sus hijos.
9. Por eso, voy a entrar todavía en pleito con ustedes -oráculo del Señor- y también con los hijos de sus hijos.
Jeremías 2 comienza con el Profeta reprendiendo al pueblo de Israel para abandonar a Dios y seguir a otros dioses. Él hace una analogía entre el amor de Israel por otros dioses y prostitución, describiendo cómo Israel abandonó su fidelidad a Dios y se prostituyó con ídolos de madera y piedra. A continuación hay cinco versos relacionados con los temas cubiertos en Jeremiah 2:
Deuteronomio 32:15: "Pero Jesurum ganó y me dio2 (gordo, espesado y cubierto de grasa); y dejó a Dios que lo hizo, y despreciaba la roca de su salvación". El pueblo de Israel se ha vuelto complaciente y satisfecho con su prosperidad material, olvidando a Dios y despreciando su salvación.
Salmo 106:19-21: "Hicieron una pantorrilla en Horeb y adoraron la imagen del elenco. Así intercambiaron su gloria por la figura de un buey que come hierba. Olvidaron a Dios, su Salvador, que había hecho grandes cosas en Egipto " Este versículo describe la rebelión de Israel contra Dios al adorar a un ídolo, olvidando los grandes milagros que realizó para liberarlos de la esclavitud en Egipto.
Ezequiel 23:30: "Estas cosas se harán contigo, porque te prostituyes con las naciones, contaminándote con tus ídolos". Este versículo habla sobre las consecuencias de la idolatría e infidelidad de Israel, lo que resulta en castigos y juicios.
Éxodo 20:3: "No tendrás otros dioses delante de mí". Este es el primer mandamiento dado a Moisés por Dios, que enfatiza la importancia de amar y adorar solo a Dios, no a otros dioses o ídolos.
Oseas 2:13: "Ella no reconoció que yo fue yo quien le dio el trigo, el vino nuevo y el aceite, y multiplicó la plata y el oro, que usaron para Baal". Este versículo describe cómo Israel olvidó que Dios era la fuente de todas sus bendiciones materiales, dando su prosperidad a Baal, un Dios falso.
“O amor tudo esquece, tudo perdoa, sem reservas.” São Padre Pio de Pietrelcina
