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  • Los hijos de José formaban dos tribus: Manasés y Efraín. No se dio parte alguna a los levitas en la tierra, sino solamente algunas ciudades para habitar, y pastos para sus ganados y rebaños. (Josué 14, 4)

  • Pero quedaban todavía siete tribus que no habían recibido su heredad. (Josué 18, 2)

  • Quefar Haamoná, Ofní, Gabá; doce ciudades con sus aldeas. (Josué 18, 24)

  • Catat, Nahalal, Simrón, Yidala y Belén; doce ciudades con sus aldeas. (Josué 19, 15)

  • Éstas son las heredades que el sacerdote Eleazar, Josué, hijo de Nun, y los jefes de familia de las tribus de Israel repartieron por suerte en Silo, ante el Señor, a la entrada de la tienda de la reunión. Así se llevó a cabo el reparto de la tierra. (Josué 19, 51)

  • Los jefes de familia de los levitas se presentaron en Silo, en el país de Canaán, al sacerdote Eleazar, a Josué, hijo de Nun, y a los jefes de familia de las tribus de Israel, (Josué 21, 1)

  • Se echó a suertes para los clanes de Quehat; a los levitas descendientes de Aarón les tocaron trece ciudades de las tribus de Judá, de Simeón y de Benjamín; (Josué 21, 4)

  • a los otros hijos de Quehat, por clanes, les tocaron diez ciudades de las tribus de Efraín, de Dan y de la media tribu de Manasés. (Josué 21, 5)

  • A los hijos de Guersón, por clanes, les tocaron diez ciudades de las tribus de Isacar, de Aser, de Neftalí y de la media tribu de Manasés, en Basán. (Josué 21, 6)

  • A los hijos de Merarí, por clanes, les tocaron doce ciudades de las tribus de Rubén, de Dan y de Zabulón. (Josué 21, 7)

  • De las tribus de Judá y de Simeón les dieron las ciudades siguientes, (Josué 21, 9)

  • Asín, Yutá y Bet Semes, con sus respectivos ejidos: nueve ciudades de estas dos tribus. (Josué 21, 16)


“Não queremos aceitar o fato de que o sofrimento é necessário para nossa alma e de que a cruz deve ser o nosso pão cotidiano. Assim como o corpo precisa ser nutrido, também a alma precisa da cruz, dia a dia, para purificá-la e desapegá-la das coisas terrenas. Não queremos entender que Deus não quer e não pode salvar-nos nem santificar-nos sem a cruz. Quanto mais Ele chama uma alma a Si, mais a santifica por meio da cruz.” São Padre Pio de Pietrelcina