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  • David quitó de la cabeza de Milcón la corona de oro, que pesaba treinta y cuatro kilos; y la piedra preciosa que había en ella fue puesta en la corona de David. El botín que tomó en la ciudad fue inmenso. (I Crónicas 20, 2)

  • Yo mismo con mi trabajo he podido reunir para el templo del Señor tres mil cuatrocientas toneladas de oro, treinta y cuatro mil toneladas de plata y una cantidad incalculable de bronce y de hierro. He preparado también madera y piedra, a la cual tú añadirás más. (I Crónicas 22, 14)

  • Se hizo el censo de los levitas mayores de treinta años; contados uno a uno, resultaron treinta y ocho mil. (I Crónicas 23, 3)

  • Éste es el Benayas que pertenecía a los treinta héroes; estaba al frente de los treinta y de su clase. Hijo suyo era Amizadab. (I Crónicas 27, 6)

  • cien mil kilos de oro de Ofir, doscientos treinta y cinco mil kilos de plata finísima para revestir las paredes de las salas; (I Crónicas 29, 4)

  • Reinó cuarenta años: siete en Hebrón, y treinta y tres años en Jerusalén. (I Crónicas 29, 27)

  • Los cimientos puestos por Salomón para el templo de Dios tenían treinta metros de largo y diez de ancho. (II Crónicas 3, 3)

  • El grosor de la pila era de veintidós centímetros, y su borde era como el de una copa en forma de flor de loto; cabían unos ciento treinta y cinco mil litros. (II Crónicas 4, 5)

  • No hubo guerra hasta el año treinta y cinco del reinado de Asá. (II Crónicas 15, 19)

  • El año treinta y seis del reinado de Asá, Basá, rey de Israel, atacó Judá y fortificó Ramá para cortar las comunicaciones a Asá, rey de Judá. (II Crónicas 16, 1)

  • El año treinta y nueve de su reinado enfermó gravemente de los pies, y tampoco en su enfermedad confió en el Señor, sino en los médicos. (II Crónicas 16, 12)

  • Josafat reinó sobre Judá. Tenía treinta y cinco años cuando comenzó a reinar, y reinó veinticinco en Jerusalén. Su madre se llamaba Azubá, y era hija de Siljí. (II Crónicas 20, 31)


“A divina bondade não só não rejeita as almas arrependidas, como também vai em busca das almas teimosas”. São Padre Pio de Pietrelcina