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Sesac, rey de Egipto, atacó a Jerusalén y se apoderó de los tesoros del templo del Señor y del palacio real; todo se lo llevó, incluso los escudos de oro que había hecho el rey Salomón. (II Crónicas 12, 9)
El rey Roboán hizo en su lugar otros escudos de bronce, que entregó a los jefes de la guardia que custodiaba la entrada del palacio real; (II Crónicas 12, 10)
Entonces Asá tomó la plata y el oro del templo y del palacio real y lo envió a Ben Hadad, rey de Siria, residente en Damasco, con este mensaje: (II Crónicas 16, 2)
El rey de Israel dijo a Josafat: "Yo iré disfrazado a la batalla, pero tú irás con tu vestidura real". Y el rey de Israel se disfrazó y entró en batalla. (II Crónicas 18, 29)
Tenía treinta y dos años cuando comenzó a reinar, y reinó ocho años en Jerusalén. Se fue sin ser llorado; lo sepultaron en la ciudad de David, pero no en el panteón real. (II Crónicas 21, 20)
Entonces la madre de Ocozías, al ver que su hijo había muerto, fue y exterminó a toda la descendencia real de la casa de Judá. (II Crónicas 22, 10)
otro tercio estará en el palacio real; el último tercio en la puerta de los cimientos, y todo el pueblo en los atrios del templo del Señor. (II Crónicas 23, 5)
La echaron y, al pasar por la puerta de las caballerizas en el palacio real, la mataron. (II Crónicas 23, 15)
Tomó, finalmente, a los jefes de centuria, a los nobles, a cuantos tenían autoridad en el pueblo y al pueblo entero y llevaron al rey del templo al palacio real; entraron por la puerta superior y lo sentaron sobre el trono real. (II Crónicas 23, 20)
Cuando llegaba el momento de llevar el arca a la intendencia del rey, que estaba en manos de los levitas, si veían que contenía mucho dinero, el secretario real y el comisario del sumo sacerdote la vaciaban y la ponían de nuevo en su sitio. Así hicieron día tras día, llegando a reunir gran cantidad de dinero. (II Crónicas 24, 11)
Al retirarse ellos, Joás quedó en grave estado, sus siervos se conjuraron contra él para vengar la sangre del hijo del sacerdote Yehoyadá, y lo mataron en su cama. Murió, y lo enterraron en la ciudad de David, pero no en el panteón real. (II Crónicas 24, 25)
se apoderó de todo el oro y la plata y de todos los utensilios que había en el templo del Señor, en la casa de Obededón y en los tesoros del palacio real, tomó rehenes y se volvió a Samaría. (II Crónicas 25, 24)