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  • Así habla el Señor: No imiten las costumbres de los paganos ni se atemoricen por los signos del cielo, porque son los paganos los que temen esas cosas. (Jeremías 10, 2)

  • Las casas de Jerusalén y las casas de los reyes de Judá serán impuras como el lugar de Tófet: sí, todas esas casas sobre cuyos techos se quemó incienso a todo el Ejército de los cielos y se derramaron libaciones a otros dioses. (Jeremías 19, 13)

  • Todo este país será una ruina y una devastación, y esas naciones servirán al rey de Babilonia durante setenta años. (Jeremías 25, 11)

  • ¡Una espada sobre sus aguas, y ellas se secan! Porque es un país de ídolos y se glorían de esas figuras horrendas. (Jeremías 50, 38)

  • Todo lo que el Señor había anunciado contra nosotros, todas esas desgracias nos han sobrevenido. (Baruc 2, 7)

  • Los sacerdotes venden sus víctimas y sacan provecho de ellas; de la misma manera, sus mujeres conservan en sal una parte de la víctima, en lugar de repartirla al pobre y al desvalido. Y hasta la menstruante y la parturienta tocan esas víctimas. (Baruc 6, 27)

  • Nadie se compadeció de ti para hacerte alguna de esas cosas, sino que fuiste arrojada en pleno campo, porque dabas asco el día que naciste. (Ezequiel 16, 5)

  • Tomaste a tus hijos y a tus hijas, los que tú habías engendrado para mí, y los sacrificaste a esas imágenes como alimento. ¿Acaso no te bastaba con prostituirte, (Ezequiel 16, 20)

  • Pero si engendra un hijo ladrón y sanguinario, que hace alguna de esas cosas, (Ezequiel 18, 10)

  • Pero también los hijos se rebelaron contra mí, no siguieron mis preceptos ni observaron mis leyes, poniéndolas en práctica -esas leyes que hacen vivir al hombre que las practica- y profanaron mis sábados. Entonces pensé derramar mi furor y desahogar mi ira contra ellos en el desierto. (Ezequiel 20, 21)

  • Y se acercaron a ella como a una prostituta, se acercaron a Oholá y Oholibá, esas mujeres lascivas. (Ezequiel 23, 44)

  • Los jóvenes de On y de Pi Béset caerán bajo la espada y esas mismas ciudades irán al cautiverio. (Ezequiel 30, 17)


Como distinguir uma tentação de um pecado e como estar certo de que não se pecou? – perguntou um penitente. Padre Pio sorriu e respondeu: “Como se distingue um burro de um homem? O burro tem de ser conduzido; o homem conduz a si mesmo!” São Padre Pio de Pietrelcina