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  • Pero tres días después de haber concluido este pacto, los israelitas se enteraron de que aquellos hombres eran de un pueblo vecino y que vivían en las inmediaciones. (Josué 9, 16)

  • Entonces levantaron sus carpas, y en tres días llegaron a las ciudades que ellos habitaban. Estas eran Gabaón, Quefirá, Beerot y Quiriat Iearím. (Josué 9, 17)

  • Esto le produjo un gran temor, porque Gabaón era tan importante como una ciudad real y más grande aún que Ai. Además, todos sus habitantes eran aguerridos. (Josué 10, 2)

  • Finalmente, el límite occidental estaba formado por el Mar Grande y su playa. Estos eran los límites que bordeaban el territorio asignado a los clanes de los hijos de Judá. (Josué 15, 12)

  • Las ciudades fronterizas pertenecientes a la tribu de los hijos de Judá, hacia la frontera de Edóm, en el Négueb, eran las siguientes: Cabseel, Eder, Iagur, (Josué 15, 21)

  • y por eso la suerte correspondió a los otros clanes de los hijos de Manasés, a saber: a los hijos de Abiézer, a los hijos de Jelec, a los hijos de Asriel, a los hijos de Sequém, a los hijos de Semidá. Estos eran los hijos varones de Manasés, hijo de José, con sus respectivos clanes. (Josué 17, 2)

  • Las ciudades fortificadas eran las siguientes: Siddím, Ser, Jamat, Racat, Genesaret, (Josué 19, 35)

  • Y como la primera suerte les tocó a los levitas que pertenecían a los clanes de los quehatitas y eran descendientes de Aarón, (Josué 21, 10)

  • Eran en total diez ciudades, con sus campos de pastoreo, para los restantes clanes de los quehatitas. (Josué 21, 26)

  • Las ciudades de los clanes de los gersonitas, con sus respectivos campos de pastoreo, eran trece en total. (Josué 21, 33)

  • En total, eran doce las ciudades asignadas mediante un sorteo al resto de los clanes levíticos, o sea, a los meraritas. (Josué 21, 40)

  • Por lo tanto, las ciudades levíticas en medio de las posesiones de los israelitas eran cuarenta y ocho en total, con sus campos de pastoreo. (Josué 21, 41)


“O mal não se vence com o mal, mas com o bem, que tem em si uma força sobrenatural.” São Padre Pio de Pietrelcina