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De hecho, ustedes todavía no han sufrido más que pruebas muy ordinarias. Pero Dios es fiel y no permitirá que sean tentados por encima de sus fuerzas. En el momento de la tentación les dará fuerza para superarla. (1º Carta a los Corintios 10, 13)
Con todo, supongan que la Iglesia entera estuviera reunida y todos hablasen en lenguas y entran algunas personas no preparadas o que todavía no creen. ¿Qué dirían? Que todos están locos. (1º Carta a los Corintios 14, 23)
Después se dejó ver por más de quinientos hermanos juntos, algunos de los cuales ya han entrado en el descanso, pero la mayoría vive todavía. (1º Carta a los Corintios 15, 6)
Hermanos, todavía una recomendación más. Como ustedes saben, Estefanás y los suyos son los primeros que se convirtieron en Acaya, y se han puesto al servicio de los creyentes. (1º Carta a los Corintios 16, 15)
Si tan grande fue el ministerio que sentenciaba la condenación, ¿no lo será mucho más todavía el que procura la santidad? (2º Carta a los Corintios 3, 9)
pero ¿quién puede saber si todavía estaremos vestidos con este cuerpo mortal o ya estaremos sin él? (2º Carta a los Corintios 5, 3)
Cuando me encontraba entre ustedes y estuve necesitado, no molesté a nadie, sino que los hermanos venidos de Macedonia me dieron lo necesario. Me cuidé de ser un peso para ustedes, y todavía me cuidaré: (2º Carta a los Corintios 11, 9)
A causa de mí y con mi presencia, ustedes se sentirán todavía más contentos de Cristo Jesús. (Carta a los Filipenses 1, 26)
Por tanto, amadísimos míos, que siempre me han escuchado, sigan procurando su salvación con temor y temblor; y si lo hicieron cuando me tenían presente, háganlo más todavía cuando estoy lejos. (Carta a los Filipenses 2, 12)
No, hermanos, yo no me creo todavía calificado, pero para mí ahora sólo vale lo que está adelante, y olvidando lo que dejé atrás, (Carta a los Filipenses 3, 13)
Todos nosotros, si somos de los «perfectos», tenemos que pensar así; y si no ven todavía las cosas en esta forma, Dios los iluminará. (Carta a los Filipenses 3, 15)
Si ustedes han muerto con Cristo y así se han liberado de los reglamentos del mundo, ¿por qué se dejan adoctrinar ahora como si todavía fueran del mundo? (Carta a los Colosenses 2, 20)
