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  • David subía el cerro de los Olivos llorando, con la cabeza cubierta y los pies descalzos. Todos los que lo acompañaban hacían otro tanto. (2 Samuel 15, 30)

  • En ese tiempo los consejos de Ajitofel eran tenidos como palabras de Dios, tanto por David como por Absalón. (2 Samuel 16, 23)

  • En seguida tiraron el cuerpo de Absalón a una gran fosa en el bosque, y amontonaron piedras encima. Entre tanto, todos los israelitas se habían dispersado, yendo cada uno a su lugar. (2 Samuel 18, 17)

  • En este momento, el centinela dijo: «Por el modo de correr, el primero me parece Ajimás, hijo de Sadoc.» David respondió: «Es un hombre valioso; por tanto, trae buenas noticias.» (2 Samuel 18, 27)

  • El rey, mientras tanto, con el rostro cubierto, daba fuertes gritos, diciendo: «Hijo mío, ¡Absalón!, Absalón, hijo mío..., ¡hijo mío! » (2 Samuel 19, 5)

  • Amasá, mientras tanto, se revolvía en su sangre, en medio del camino. Viendo que todo el mundo se detenía a mirarlo, el hombre lo sacó del camino y lo tapó con un paño. (2 Samuel 20, 12)

  • donde Sadoc y Natán lo ungieron como rey. Luego regresaron felices, y toda la ciudad está ahora de fiesta; a eso se debe tanto barullo. (1 Reyes 1, 45)

  • Las paredes de la Casa fueron esculpidas en todo su contorno, con figuras de querubines, de palmas y guirnaldas de flores, tanto en el interior del Lugar Santísimo como en la parte anterior. (1 Reyes 6, 29)

  • Salomón cubrió de oro el piso, tanto en el Lugar Santísimo como en la parte anterior. (1 Reyes 6, 30)

  • Esculpió en ellas figuras de querubines, palmas y guirnaldas de flores, y revistió con oro tanto los querubines como las palmas. (1 Reyes 6, 32)

  • Sucederá que, en cuanto me aleje de ti, el espíritu de Yavé te llevará no sé dónde. Mientras tanto habré avisado a Ajab y él, al no hallarte, me matará. Sin embargo, yo soy siervo de Yavé desde mi juventud. (1 Reyes 18, 12)

  • El respondió: «Tanto si vienen en son de paz como en son de guerra, tómenlos vivos.» (1 Reyes 20, 18)


“Não se desencoraje se você precisa trabalhar muito para colher pouco. Se você pensasse em quanto uma só alma custou a Jesus, você nunca reclamaria!” São Padre Pio de Pietrelcina