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  • Joab entregó a David la cifra del censo del pueblo: había en todo Israel un millón cien mil hombres capaces de manejar las armas, y en Judá, cuatrocientos setenta mil. (1 Crónicas 21, 5)

  • Yavé, pues, envió la peste sobre Israel y murieron setenta mil hombres. (1 Crónicas 21, 14)

  • Salomón alistó setenta mil hombres para transportar cargas, ochenta mil canteros en el monte y tres mil seiscientos capataces para ellos. (2 Crónicas 2, 1)

  • De ellos destinó setenta mil para el transporte de cargas, ochenta mil para las canteras en las montañas y tres mil seiscientos como capataces para hacer trabajar al pueblo. (2 Crónicas 2, 17)

  • El número de los holocaustos ofrecidos fue de setenta bueyes, cien carneros y doscientos corderos; todos ellos consumidos por el fuego para Yavé. (2 Crónicas 29, 32)

  • Así se cumplió la palabra de Yavé, por boca de Jeremías: «Hasta que el país haya pagado sus sábados, quedará desolado y descansará todos los días hasta que se cumplan los setenta años.» (2 Crónicas 36, 21)

  • de los hijos de Adín, Ebed, hijo de Atalía, y con él setenta hombres; (Esdras 8, 6)

  • de los hijos de Adonicam, los últimos, y he aquí sus nombres: Elifelet, Jeiel y Semeyas, y con ellos setenta hombres; (Esdras 8, 13)

  • Los judíos que habían vuelto del destierro ofrecieron sacrificios al Dios de Israel: doce novillos por todo Israel, noventa y seis carneros, setenta y siete corderos y doce machos cabríos por el pecado. Todo como víctimas quemadas a Yavé. (Esdras 8, 35)

  • El tiempo de nuestros años es de setenta, y de ochenta si somos robustos. La mayoría son de pena y decepción, transcurren muy pronto y nos llevan volando. (Salmos 90, 10)

  • Ellos le creyeron; él, sin embargo, hizo arrestar a setenta de ellos, a los que ejecutó en un solo día, según la palabra de la Escritura: (1 Macabeos 7, 16)

  • El año ciento setenta Israel quedó libre del yugo de los paganos, (1 Macabeos 13, 41)


“Menosprezai vossas tentações e não vos demoreis nelas. Imaginai estar na presença de Jesus. O crucificado se lança em vossos braços e mora no vosso coração. Beijai-Lhe a chaga do lado, dizendo: ‘Aqui está minha esperança; a fonte viva da minha felicidade. Seguro-vos, ó Jesus, e não me aparto de vós, até que me tenhais posto a salvo’”. São Padre Pio de Pietrelcina