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  • En efecto, David dio esta orden a Joab, jefe de su ejército: «Recorran todas las tribus desde Dan hasta Bersebá, para hacer un censo y que yo sepa cuánta gente tengo.» (2 Samuel 24, 2)

  • Salomón tenía doce intendentes en Israel encargados de proporcionar todo lo necesario para él y su casa, cada uno durante un mes del año. (1 Reyes 4, 7)

  • Salomón tenía cuatro mil establos de caballos para sus carros, y doce mil caballos. (1 Reyes 4, 26)

  • El Mar se apoyaba sobre doce bueyes; tres mirando al norte, tres al sur, tres al este y tres al oeste. Las partes traseras de los bueyes quedaban hacia adentro. (1 Reyes 7, 25)

  • la gran pileta o Mar con los doce bueyes sobre los que descansaba, (1 Reyes 7, 44)

  • Salomón congregó en Jerusalén a todos los jefes de Israel, a los jefes de sus tribus y a los príncipes de sus familias, para subir el Arca de la Alianza de Yavé desde la ciudad de David llamada Sión. (1 Reyes 8, 1)

  • Desde el día que saqué de Egipto a mi pueblo, Israel, no había elegido ninguna ciudad entre todas las tribus de Israel, para edificar una casa en la que esté mi Nombre. Hoy, sin embargo, he elegido a Jerusalén para que esté ahí mi Nombre, lo mismo que he elegido a David para que esté al frente de mi pueblo. (1 Reyes 8, 16)

  • más doce leones parados sobre las seis gradas, a uno y otro lado. No se hizo cosa parecida en ningún otro reino. (1 Reyes 10, 20)

  • Salomón vio cómo este joven hacía su trabajo y lo puso al frente de todos los trabajadores requeridos en las tribus de José. (1 Reyes 11, 28)

  • Ajías tomó el manto nuevo que llevaba, lo rasgó en doce pedazos (1 Reyes 11, 30)

  • A ti te daré diez tribus y a Salomón le dejaré solamente una tribu, para cumplir mis promesas a David y porque Jerusalén es la ciudad que me elegí entre todas las tribus de Israel. (1 Reyes 11, 32)

  • Pero sí tomaré el reino de manos de su hijo y te daré las diez tribus. 36A su hijo, sin embargo, le guardaré una tribu, pues quiero que mi servidor David tenga siempre su lámpara encendida en mi presencia en Jerusalén, la ciudad que yo elegí para poner en ella mi Nombre. (1 Reyes 11, 35)


“As almas não são oferecidas como dom; compram-se. Vós ignorais quanto custaram a Jesus. É sempre com a mesma moeda que é preciso pagá-las”. São Padre Pio de Pietrelcina