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El lote sagrado destinado a los sacerdotes tendrá veinticinco mil codos al norte, diez mil codos de ancho al oeste y al este, y veinticinco mil codos al sur. El santuario de Yavé estará en el medio. (Ezequiel 48, 10)
Tanto el territorio de los levitas como el de los sacerdotes tendrá veinticinco mil codos de largo por diez mil de ancho. (Ezequiel 48, 13)
A lo largo de la parte consagrada se ubicará una franja de terreno de diez mil codos de largo al este y diez mil al oeste; los ingresos de ese terreno servirán para alimentar a los trabajadores de la ciudad. (Ezequiel 48, 18)
«Te ruego que nos pongas diez días a prueba. Nos darás de comer legumbres y agua como bebida. (Daniel 1, 12)
El sirviente aceptó y los puso a prueba durante diez días. (Daniel 1, 14)
En cuantas cosas de sabiduría o de inteligencia les consultó el rey, los encontró diez veces superiores a todos los magos y adivinos que había en todo su reino. (Daniel 1, 20)
La cabeza de esta estatua era de oro puro, el pecho y los brazos de plata, las caderas y el vientre de bronce, (Daniel 2, 32)
Entonces todo a la vez quedó como polvo, el hierro, la loza, el bronce, la plata y el oro, como capotillo de la cosecha, y el viento se lo llevó sin que quedara rastro. (Daniel 2, 35)
Después de ti seguirá otro reino inferior al tuyo, y luego un tercer reino como el bronce que dominará la tierra entera. (Daniel 2, 39)
Es el significado de la piedra que has visto desprenderse del monte sin ayuda de ninguna mano y que redujo a polvo el hierro, el bronce, la loza, la plata y el oro. El Dios grande te ha revelado lo que ha de venir. ¿No es cierto que éste fue tu sueño? Entonces puedes estar seguro de la explicación.» (Daniel 2, 45)
Pero dejen en tierra el tronco y las raíces atados con hierro y bronce, entre la hierba del campo; que lo bañe el rocío del cielo, y participe con los animales de la tierra; (Daniel 4, 12)
En cuanto a lo que ha visto el rey, un ángel, un santo que bajaba del cielo y decía: «Corten el árbol, destruyéndolo, pero el tronco y las raíces déjenlos en tierra, con ataduras de hierro y bronce, entre la hierba del campo, que lo moje el rocío del cielo y participe de la suerte de los animales del campo hasta que hayan pasado por él siete tiempos, mira que voy a explicártelo (Daniel 4, 20)