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  • Por eso respondieron a Jesús: «No lo sabemos.» Y Jesús les contestó: «Entonces tampoco yo les diré con qué autoridad hago estas cosas.» (Evangelio según San Marcos 11, 33)

  • Y dijeron a Jesús: «Maestro, sabemos que eres sincero y que no te inquietas por los que te escuchan, sino que enseñas con franqueza el camino de Dios. Dinos, ¿es contrario a la Ley pagar el impuesto al César? ¿Tenemos que pagarlo o no?» (Evangelio según San Marcos 12, 14)

  • Por eso le contestaron: «No lo sabemos». (Evangelio según San Lucas 20, 7)

  • Le preguntaron: «Maestro, sabemos que hablas y enseñas con rectitud, que no te dejas influenciar por nadie, sino que enseñas con absoluta franqueza el camino de Dios. (Evangelio según San Lucas 20, 21)

  • «Rabbí, sabemos que has venido de parte de Dios como maestro, porque nadie puede hacer señales milagrosas como las que tú haces, a no ser que Dios esté con él.» (Evangelio según San Juan 3, 2)

  • En verdad te digo que nosotros hablamos de lo que sabemos, y damos testimonio de lo que hemos visto, pero ustedes no aceptan nuestro testimonio. (Evangelio según San Juan 3, 11)

  • y decían a la mujer: «Ya no creemos por lo que tú has contado. Nosotros mismos lo hemos escuchado y sabemos que éste es verdaderamente el Salvador del mundo.» (Evangelio según San Juan 4, 42)

  • Nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios.» (Evangelio según San Juan 6, 69)

  • Pero éste sabemos de dónde viene, mientras que cuando venga el Mesías, nadie sabrá de dónde viene.» (Evangelio según San Juan 7, 27)

  • Los judíos replicaron: «Ahora sabemos que eres víctima de un mal espíritu. Abrahán murió y también los profetas, ¿y tú dices: "Quien guarda mi palabra jamás probará la muerte"? (Evangelio según San Juan 8, 52)

  • Los padres respondieron: «Sabemos que es nuestro hijo y que nació ciego. (Evangelio según San Juan 9, 20)

  • Pero cómo es que ahora ve, no lo sabemos, y quién le abrió los ojos, tampoco. Pregúntenle a él, que es adulto y puede responder de sí mismo.» (Evangelio según San Juan 9, 21)


O maldito “eu” o mantém apegado à Terra e o impede de voar para Jesus. São Padre Pio de Pietrelcina