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Miren, hermanos, ¿acaso no ha escogido Dios a los pobres de este mundo para hacerlos ricos en la fe? ¿No les dará el reino que prometió a quienes lo aman? (Carta de Santiago 2, 5)
Elías era hombre y mortal como nosotros, pero cuando rogó insistentemente para que no lloviese en el país, no llovió durante tres años y medio; (Carta de Santiago 5, 17)
a los elegidos, a quienes Dios Padre conoció de antemano y santificó por el Espíritu para acoger la fe y ser purificados por la sangre de Cristo Jesús: ¡Que la gracia y la paz abunden entre ustedes! (1º Carta de Pedro 1, 2)
Al aceptar la verdad, han logrado la purificación interior, de la que procede el amor sincero a los hermanos; ámense pues unos a otros de todo corazón, (1º Carta de Pedro 1, 22)
Se han acercado al que es la piedra viva rechazada por los hombres, y que sin embargo es preciosa para Dios que la escogió. (1º Carta de Pedro 2, 4)
Dice la Escritura: Yo voy a colocar en Sión una piedra angular, escogida y preciosa; quien se afirme en ella no quedará defraudado. (1º Carta de Pedro 2, 6)
Pues toda la corriente del mundo, -la codicia del hombre carnal, los ojos siempre ávidos, y la arrogancia de los ricos-, nada viene del Padre, sino del mundo. (1º Carta de Juan 2, 16)
Ustedes, hijitos, son de Dios, y ya han logrado la victoria sobre esa gente, pues el que está en ustedes es más poderoso que el que está en el mundo. (1º Carta de Juan 4, 4)
Debemos acoger a tales personas si queremos trabajar por la verdad. (3º Carta de Juan 1, 8)
Todos éstos son descontentos que maldicen su suerte, y solamente buscan satisfacer sus pasiones; su boca está llena de palabras arrogantes, y por interés adulan a la gente. (Carta de Judas 1, 16)
Sé que sufres y eres pobre, y, sin embargo, eres rico. Sé cómo te calumnian los que pretenden ser judíos y no lo son, pues su sinagoga es la de Satanás. (Apocalipsis 2, 9)
Mira que voy a tomar a algunos de la sinagoga de Satanás, de esos que se llaman judíos y no lo son, sino que mienten. Yo haré que vayan y se postren a tus pies, porque habrán visto que yo te amo. (Apocalipsis 3, 9)