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  • Respondieron: «Nunca le hiciste mal a nadie.» (1 Samuel 12, 4)

  • Ajías, hijo de Ajitub, y hermano de Icabod, hijo de Finjas, hijo de Helí, el sacerdote de Yavé en Silo, llevaba el efod para consultar a Yavé. Nadie sabía a dónde había ido Jonatán. (1 Samuel 14, 3)

  • Pero Saúl había hecho este juramento ante el pueblo (lo que fue un gran error de Saúl): «Maldito sea el hombre que coma algo antes de la noche, antes que me haya vengado de mis enemigos.» Y nadie del pueblo había comido, sino que todos ayunaban. (1 Samuel 14, 24)

  • pero a pesar de que la vieron corriendo en el suelo, nadie se atrevió a tomarla, ya que temían el juramento del rey. (1 Samuel 14, 26)

  • David llegó a Nob y se presentó al sacerdote Ajimelec. Este salió asustado a recibirlo y le dijo: «¿Por qué estás solo y no hay nadie contigo?» (1 Samuel 21, 2)

  • David contestó: «El rey me ha dado una orden y me ha dicho: Que nadie conozca la misión que te confío y la orden que te he dado. Por eso he dado cita a mis hombres en tal lugar. (1 Samuel 21, 3)

  • ¿Por qué entonces se han unido todos contra mí? No ha habido nadie que me informara de la alianza de mi hijo con el hijo de Jesé; nadie que se compadeciera de mí y me avisara que mi hijo lo animaba a que se sublevara contra mí, como ocurre hasta hoy día.» (1 Samuel 22, 8)

  • David tomó la lanza y el jarro de la cabecera de Saúl y se fueron. Nadie los vio, nadie los oyó, ni siquiera despertaron. Todos dormían poseídos de un sueño profundo que Yavé l había enviado. (1 Samuel 26, 12)

  • llevándose las mujeres y toda la población. No habían matado a nadie, sino que los habían llevado cautivos. (1 Samuel 30, 2)

  • Nadie puede darles la razón a ustedes, en este caso. En la repartición tendrán igual parte los que combaten y los que cuidan el equipaje. Compartirán juntos.» (1 Samuel 30, 24)

  • A nadie de los presentes le disgustó esto; muy por el contrario, pues encontraban bien todo lo que el rey hacía. (2 Samuel 3, 36)

  • No hay nadie como tú ni hay Dios fuera de ti, como lo hemos aprendido con nuestros propios oídos. (2 Samuel 7, 22)


“Para mim, Deus está sempre fixo na minha mente e estampado no meu coração.” São Padre Pio de Pietrelcina