5. El rey, mientras tanto, con el rostro cubierto, daba fuertes gritos, diciendo: «Hijo mío, ¡Absalón!, Absalón, hijo mío..., ¡hijo mío! »





“Não se desencoraje, pois, se na alma existe o contínuo esforço de melhorar, no final o Senhor a premia fazendo nela florir, de repente, todas as virtudes como num jardim florido.” São Padre Pio de Pietrelcina