11. Tranquilo estaba Moab desde su mocedad, y quieto se estaba en sus atalayas. Nunca fue trasegado, ni al destierro marchó. Por eso le duraba su gusto, y su sabor no se picó.





“As almas! As almas! Se alguém soubesse o preço que custam”. São Padre Pio de Pietrelcina