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Ahora bien, Señor, Dios mío, me has hecho rey a mí, tu siervo, en lugar de mi padre, David; pero yo soy muy joven y no sé cómo actuar. (I Reyes 3, 7)
fue en seguimiento del hombre de Dios, y lo encontró sentado bajo un terebinto. "¿Eres tú -le dijo- el hombre de Dios que ha llegado de Judá?". "Yo soy", respondió. (I Reyes 13, 14)
El anciano insistió: "También yo soy profeta como tú, y un ángel me ha dicho de parte del Señor: Hazle volver contigo a tu casa para que coma pan y beba agua". Así le engañó. (I Reyes 13, 18)
Le respondió: "Lo soy. Anda y di a tu amo que está aquí Elías". Él replicó: (I Reyes 18, 8)
Elías replicó: "Yo no soy portador de desdichas de Israel; lo eres tú y la casa de tu padre, por haber abandonado los mandamientos del Señor y haber dado culto a los baales. (I Reyes 18, 18)
Él se internó en el desierto una jornada de camino y fue a sentarse bajo una retama, deseándose la muerte y diciendo: "¡Ya basta, oh Señor! Quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres". (I Reyes 19, 4)
El rey de Israel contestó de esta manera: "Como lo dices, ¡oh rey, mi señor! tuyo soy y todo lo que tengo". (I Reyes 20, 4)
Un profeta se acercó a Ajab, rey de Israel, y dijo: "Esto dice el Señor: ¿Ves toda esa inmensa multitud? Pues mira, yo la voy a poner hoy en tus manos para que sepas que yo soy el Señor". (I Reyes 20, 13)
Entonces un hombre de Dios se llegó al rey de Israel, y le dijo: "Esto dice el Señor: Ya que Siria ha dicho que el Señor es el Dios de las montañas y no el Dios de los valles, voy a entregar en tus manos a toda esa inmensa multitud, para que conozcáis que yo soy el Señor". (I Reyes 20, 28)
Elías le respondió: "Si yo soy un hombre de Dios, que baje fuego del cielo y te devore a ti y a tus cincuenta". Bajó fuego del cielo, y lo devoró a él y a sus cincuenta. (II Reyes 1, 10)
Elías respondió: "Si yo soy un hombre de Dios, que baje fuego del cielo y te devore a ti y a tus cincuenta". Bajó fuego del cielo y lo devoró a él y a sus cincuenta. (II Reyes 1, 12)
Cuando el rey de Israel leyó la carta, se rasgó las vestiduras y exclamó: "¿Es que soy yo un dios para dar la muerte y la vida, que este me manda a un hombre para que lo cure de la lepra? Fijaos bien, y veréis que anda buscando pretextos contra mí". (II Reyes 5, 7)