Gefunden 810 Ergebnisse für: muerte de Saúl

  • porque el homicida debe permanecer en su ciudad de refugio hasta la muerte del sumo sacerdote. Solamente después de la muerte del sumo sacerdote podrá volver a la tierra donde tiene su heredad. (Números 35, 28)

  • En casos de homicidio se condenará a muerte al homicida después que hayan declarado los testigos; pero el testimonio de un solo testigo no basta para condenar a muerte a una persona. (Números 35, 30)

  • No aceptaréis rescate por la vida de un homicida reo de muerte: debe morir. (Números 35, 31)

  • Tampoco aceptaréis rescate para dejar salir al refugiado de su ciudad de refugio y que habite en su tierra antes de la muerte del sumo sacerdote. (Números 35, 32)

  • Cuando la muerte hizo desaparecer de en medio del pueblo todos los hombres de guerra, (Deuteronomio 2, 16)

  • Es reo de muerte, y tu mano sea la primera sobre él, continuando la mano de todo el pueblo su ejecución. (Deuteronomio 13, 10)

  • No se podrá ejecutar al reo de muerte más que por la declaración de dos o tres testigos; nadie será condenado a muerte por la declaración de un solo testigo. (Deuteronomio 17, 6)

  • El que actúe con arrogancia y no obedezca ni al sacerdote que está allí para servir al Señor, tu Dios, ni al juez, será condenado a muerte. Así extirparás el mal en Israel. (Deuteronomio 17, 12)

  • de lo contrario, el vengador del homicida lo perseguirá y, si el camino fuese largo, lo alcanzaría y le daría muerte. Y, sin embargo, ese hombre no merecía la muerte, pues nunca había odiado a su víctima. (Deuteronomio 19, 6)

  • Si un condenado a muerte es ejecutado colgándolo de un árbol (Deuteronomio 21, 22)

  • Si un hombre es sorprendido acostado con una mujer casada, los dos serán condenados a muerte. Así extirparás la maldad de en medio de ti. (Deuteronomio 22, 22)

  • a la mujer no le harás nada, pues no ha cometido culpa que merezca la muerte. Es un caso semejante al del hombre que se lanza sobre otro y le mata. (Deuteronomio 22, 26)


“O amor tudo esquece, tudo perdoa, sem reservas.” São Padre Pio de Pietrelcina