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he puesto todo mi empeño en no anunciar el evangelio allí donde ya habían oído hablar de Cristo, para no construir sobre cimientos puestos por otros, (Romanos 15, 20)
sino hacer lo que dice la Escritura: Los que no tenían noticias de él, lo verán; los que no habían oído hablar de él, entenderán. (Romanos 15, 21)
Por medio de Cristo Jesús os ha enriquecido en todo, en el saber y en el hablar. (I Corintios 1, 5)
Así, el Espíritu a uno le concede hablar con sabiduría; a otro, por el mismo Espíritu, hablar con conocimiento profundo; (I Corintios 12, 8)
a otro el don de hacer milagros; a otro el decir profecías; a otro el saber distinguir entre los espíritus falsos y el Espíritu verdadero; a otro hablar lenguas extrañas, y a otros saber interpretarlas. (I Corintios 12, 10)
Y así Dios ha puesto en la Iglesia en primer lugar a los apóstoles; en segundo lugar, a los profetas; en tercero, a los maestros; luego, los que tienen el poder de hacer milagros; después, los que tienen el don de curar, de asistir a los necesitados, de gobernar, de hablar lenguas extrañas. (I Corintios 12, 28)
Me gustaría que todos hablaseis en esas lenguas, pero prefiero que profeticéis; pues para la formación de la Iglesia es mejor profetizar que hablar en lenguas, a no ser que haya quien los interprete. (I Corintios 14, 5)
Así también vosotros, si vuestra lengua no utiliza palabras claras, ¿cómo se entenderá lo que decís? Sería como hablar al aire. (I Corintios 14, 9)
Doy gracias a Dios de hablar en lenguas más que vosotros; (I Corintios 14, 18)
pero prefiero hablar en la iglesia cinco palabras con sentido, para instruir a los demás, que diez mil palabras en lenguas. (I Corintios 14, 19)
En conclusión, hermanos: cuando os reunís, unos pueden cantar, otros enseñar, otros manifestar una revelación, otros hablar en lenguas extrañas y otros interpretarlas. Pero que sea para aprovechamiento de todos. (I Corintios 14, 26)
las mujeres en las reuniones que se callen, pues no les está permitido hablar; deben estar sometidas a sus maridos, como dice la ley. (I Corintios 14, 34)