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  • Cada fuente era de 130 siclos, y cada acetre de setenta. Los siclos de plata de estos objetos eran en total 2.400, en siclos del santuario. (Números 7, 85)

  • Las navetas de oro eran doce, llenas de incienso. Cada naveta era de diez siclos, en siclos del santuario. Los siclos de oro de las navetas eran en total 120. (Números 7, 86)

  • Moisés oyó llorar al pueblo, cada uno en su familia, a la puerta de su tienda. Se irritó mucho la ira de Yahveh. A Moisés le pareció mal, (Números 11, 10)

  • «Envía algunos hombres, uno por cada tribu paterna, para que exploren la tierra de Canaán que voy a dar a los israelitas. Que sean todos principales entre ellos.» (Números 13, 2)

  • Según el número de los días que empleasteis en explorar el país, cuarenta días, cargaréis cuarenta años con vuestros pecados, un año por cada día. Así sabréis lo que es apartarse de mí. (Números 14, 34)

  • Harás una libación de un cuarto de sextario de vino por cada cordero, además del holocausto o sacrificio. (Números 15, 5)

  • Haréis así con cada uno de los que inmoléis, con tantos como hubiere. (Números 15, 12)

  • Que tome cada uno su incensario, le ponga incienso y lo presente delante de Yahveh; cada uno su incensario: 250 incensarios en total. Tú también, y Aarón, presentad cada uno vuestro incensario.» (Números 16, 17)

  • Tomaron cada uno su incensario, le pusieron fuego, le echaron incienso y se presentaron a la entrada de la Tienda del Encuentro, lo mismo que Moisés y Aarón. (Números 16, 18)

  • «Habla a los israelitas. Que te den una rama por cada familia paterna: que entre todos los principales, en representación de sus familias paternas, de den doce ramas. Y escribe el nombre de cada uno en su rama. (Números 17, 17)

  • Moisés habló a los israelitas, y cada uno de los principales le dio una rama, doce ramas, en representación de todas las familias paternas. Entre sus ramas estaba también la rama de Aarón. (Números 17, 21)

  • Moisés sacó todas las ramas de la presencia de Yahveh, ante los israelitas; las vieron, y tomarón cada uno su rama. (Números 17, 24)


“A pessoa que nunca medita é como alguém que nunca se olha no espelho e, assim, não se cuida e sai desarrumada. A pessoa que medita e dirige seus pensamentos a Deus, que é o espelho de sua alma, procura conhecer seus defeitos, tenta corrigi-los, modera seus impulsos e põe em ordem sua consciência.” São Padre Pio de Pietrelcina