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Razías, uno de los ancianos de Jerusalén, fue denunciado a Nicanor. Era hombre amante de sus conciudadanos, muy bien considerado, llamado por su buen corazón «Padre de los judíos», (II Macabeos 14, 37)
Corona de los ancianos son los hijos de los hijos; los padres son el honor de los hijos. (Proverbios 17, 6)
Nun. Su marido es considerado en las puertas, cuando se sienta con los ancianos del país. (Proverbios 31, 23)
«Tendré gracias a ella gloria entre la gente, y, aunque joven, honor ante los ancianos. (Sabiduría 8, 10)
Acude a la reunión de los ancianos; ¿que hay un sabio?, júntate a él. (Eclesiástico 6, 34)
No seas hablador en la reunión de los ancianos, en tu plegaria no repitas palabras. (Eclesiástico 7, 14)
¡Qué bien sienta el juicio a las canas, a los ancianos el tener consejo! (Eclesiástico 25, 4)
Yahveh demanda en juicio a los ancianos de su pueblo y a sus jefes. «Vosotros habéis incendiado la viña, el despojo del mísero tenéis en vuestras casas. (Isaías 3, 14)
Se afrentará la luna llena, se avergonzará el pleno sol, cuando reine Yahveh Sebaot en el monte Sión y en Jerusalén, y esté la Gloria en presencia de sus ancianos. (Isaías 24, 23)
Envió a Elyaquim, mayordomo, a Sebná, secretario, y a los sacerdotes ancianos cubiertos de sayal donde el profeta Isaías, hijo de Amós. (Isaías 37, 2)
Entonces Yahveh dijo a Jeremías: Ve y compras un jarro de cerámica; tomas contigo a algunos ancianos del pueblo y algunos sacerdotes, (Jeremías 19, 1)
Este es el tenor de la carta que envió el profeta Jeremías desde Jeursalén al resto de los ancianos de la deportación, a los sacerdotes, profetas y pueblo en general, que había deportado Nabucodonosor desde Jerusalén a Babilonia (Jeremías 29, 1)