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  • Mientras Aarón les estaba hablando, ellos volvieron su mirada hacia el desierto, y la gloria del Señor se apareció en la nube. (Exodo 16, 10)

  • Como Moisés tenía los brazos muy cansados, ellos tomaron una piedra y la pusieron donde él estaba. Moisés se sentó sobre la piedra, mientras Aarón y Jur le sostenían los brazos, uno a cada lado. Así sus brazos se mantuvieron firmes hasta la puesta del sol. (Exodo 17, 12)

  • Al amanecer del tercer día, hubo truenos y relámpagos, una densa nube cubrió la montaña y se oyó un fuerte sonido de trompeta. Todo el pueblo que estaba en el campamento se estremeció de temor. (Exodo 19, 16)

  • La montaña del Sinaí estaba cubierta de humo, porque el Señor había bajado a ella en el fuego. El humo se elevaba como el de un horno, y toda la montaña temblaba violentamente. (Exodo 19, 18)

  • Moisés bajó adonde estaba el pueblo y les dijo todas estas cosas. (Exodo 19, 25)

  • Y mientras el pueblo se mantenía a distancia, Moisés se acercó a la nube oscura donde estaba Dios. (Exodo 20, 21)

  • Si su dueño estaba presente, no estará obligado a hacerlo. Si lo había alquilado, le pagará el precio del alquiler. (Exodo 22, 14)

  • Moisés tomó la Carpa, la instaló fuera del campamento, a una cierta distancia, y la llamó Carpa del Encuentro. Así, todo el que tenía que consultar al Señor debía dirigirse a la Carpa del Encuentro, que estaba fuera del campamento. (Exodo 33, 7)

  • y los israelitas veían que su rostro estaba radiante. Después Moisés volvía a poner el velo sobre su rostro, hasta que entraba de nuevo a conversar con el Señor. (Exodo 34, 35)

  • El primero estaba en un extremo y el segundo en el otro, y formaban una sola pieza con la tapa. (Exodo 37, 8)

  • distribuidos de esta manera: un botón iba debajo de los dos primeros brazos que salían de él, otro estaba debajo de los dos siguientes, y un tercero, debajo de los dos últimos. (Exodo 37, 21)

  • Los botones y las flores formaban una sola pieza con el candelabro, y todo estaba hecho con un solo bloque de oro puro, forjado a martillo. (Exodo 37, 22)


“Não se desencoraje, pois, se na alma existe o contínuo esforço de melhorar, no final o Senhor a premia fazendo nela florir, de repente, todas as virtudes como num jardim florido.” São Padre Pio de Pietrelcina