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Luego subió a la cama, se acostó sobre el niño y puso su boca, sus ojos y sus manos sobre la boca, los ojos y las manos del niño; permaneció recostado sobre él y la carne del niño entró en calor. (II Reyes 4, 34)
Ella entró y cayó a los pies de Eliseo con el rostro en tierra. Después levantó a su hijo y salió. (II Reyes 4, 37)
Jehú se levantó y entró en la casa. Entonces el joven derramó el aceite sobre su cabeza y le dijo: "Así habla el Señor, el Dios de Israel: Yo te he ungido rey del pueblo del Señor, de Israel. (II Reyes 9, 6)
Jehú entró, comió y bebió, y luego dijo: "Encárguense de esta maldita y sepúltenla, porque al fin de cuentas es hija de rey". (II Reyes 9, 34)
Menajém, hijo de Gadí, subió desde Tirsá y entró en Samaría; allí hirió de muerte a Salúm, hijo de Iabés, y reinó en lugar de él. (II Reyes 15, 14)
El día siete del quinto mes -era el decimonoveno año de Nabucodonosor, rey de Babilonia- Nebuzaradán, comandante de la guardia, que prestaba servicio ante el rey de Babilonia, entró en Jerusalén. (II Reyes 25, 8)
Abías entró en combate con un ejército de cuatrocientos mil guerreros escogidos, y Jeroboám se alineó contra él con ochocientos mil guerreros escogidos. (II Crónicas 13, 3)
Detrás de él entró el sacerdote Azarías con otros ochenta sacerdotes del Señor, hombres valerosos, (II Crónicas 26, 17)
Él hizo lo que es recto a los ojos del Señor, como había hecho su padre Ozías, pero no entró en el Templo del Señor. Mientras tanto, el pueblo seguía corrompiéndose. (II Crónicas 27, 2)
Cuando entró en mi casa, el cabrito comenzó a balar. Yo llamé a mi mujer y le pregunté: "¿De dónde salió este cabrito? ¿No habrá sido robado? Devuélvelo a sus dueños, porque no podemos comer nada robado". (Tobías 2, 13)
Tobías entró a avisar a su padre que había encontrado a uno de sus hermanos israelitas. Y Tobit le dijo: "Preséntamelo, para que yo sepa a qué familia y a qué tribu pertenece. Quiero saber si se puede confiar en él para que te acompañe". Tobías salió a llamarlo y le dijo: "Amigo, mi padre te llama". (Tobías 5, 9)
El ángel entró en la casa, Tobit lo saludó primero y aquel le respondió: "Mis parabienes, hermano". Pero Tobit le dijo: "¿Qué alegría puedo tener? Estoy ciego, no veo más la luz del sol y me encuentro sumergido en la oscuridad, como los muertos que ya no contemplan la luz. Estoy enterrado en vida; oigo la voz de los hombres, pero no los veo". El ángel le dijo: "¡Ánimo! Dios te curará pronto". Tobit añadió: "Mi hijo Tobías desea ir a Media. ¿Podrías tú acompañarlo como guía? Yo te pagaré un sueldo, hermano". El ángel le respondió: "Estoy dispuesto a acompañarlo. Conozco todos los caminos; he ido varias veces a Media, he atravesado todas sus llanuras y conozco muy bien los senderos de sus montañas". (Tobías 5, 10)