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a fin de que cargues con tu ignominia y sientas vergüenza de lo que has hecho, para consuelo de ellas. (Ezequiel 16, 54)
Tú te acordarás de tu conducta y te sentirás avergonzada, cuando yo tome a tus hermanas, a las mayores y a las menores que tú, y te las dé como hijas, sin que ellas participen de tu alianza. (Ezequiel 16, 61)
mientras que él no ha hecho ninguna de ellas, un hijo que participa de las comidas sagradas en las montañas y deshonra a la mujer de su prójimo; (Ezequiel 18, 11)
La mayor se llamaba Oholá, y su hermana, Oholibá. Ellas fueron mías y engendraron hijos e hijas -Oholá es el nombre de Samaría, y Oholibá, el de Jerusalén-. (Ezequiel 23, 4)
porque han sido adúlteras y hay sangre en sus manos; han cometido adulterios con sus ídolos y les han ofrecido como alimento a mis hijos, los que ellas me habían engendrado, (Ezequiel 23, 37)
Más aún, ellas mandaron llamar por medio de un mensajero a hombres que debían venir de lejos. Así llegaron aquellos para los que tú te bañaste, te pintaste los ojos y te adornaste con joyas. (Ezequiel 23, 40)
Porque así habla el Señor: Que se convoque contra ellas una asamblea y se las entregue a la vejación y al saqueo. (Ezequiel 23, 46)
para que ningún árbol plantado junto a las aguas se eleve tan alto ni levante su copa entre las nubes, y para que ningún árbol bien regado intente erguirse hasta ellas con toda su altura. ¡Porque todos están destinados a la muerte, a las regiones profundas, en medio de los seres humanos que bajan a la Fosa! (Ezequiel 31, 14)
Así habla el Señor: Yo tenderé mi red sobre ti en la asamblea de las naciones numerosas y ellas te alzarán con mis redes. (Ezequiel 32, 3)
Haré de este país un desierto desolado, y se acabará su arrogante poderío. Las montañas de Israel quedarán devastadas y nadie más pasará por ellas. (Ezequiel 33, 28)
Ellas se han dispersado por falta de pastor, y se han convertido en presa de todas las bestias salvajes. Mis ovejas se han dispersado, (Ezequiel 34, 5)
y andan errantes por todas las montañas y por todas las colinas elevadas. ¡Mis ovejas están dispersas por toda la tierra, y nadie se ocupa de ellas ni trata de buscarlas! (Ezequiel 34, 6)