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  • Entonces el Señor dijo a Gedeón: "La gente que te acompaña es demasiado numerosa para que yo ponga a Madián en sus manos. No quiero que Israel se gloríe a expensas mías, diciendo: ‘Es mi mano la que me salvó’. (Jueces 7, 2)

  • El Señor dijo a Gedeón: "Yo los voy a salvar con estos trescientos hombres y pondré a Madián en tus manos. Que el grueso de la tropa regrese cada uno a su casa". (Jueces 7, 7)

  • Aquella noche, el Señor dijo a Gedeón: "Baja ahora mismo contra el campamento de Madián, porque lo he puesto en tus manos. (Jueces 7, 9)

  • Su compañero le respondió: "Esto no significa otra cosa que la espada de Gedeón, hijo de Joás, el hombre de Israel. Dios ha puesto en sus manos a Madián y todo su campamento". (Jueces 7, 14)

  • Cuando Gedeón oyó el relato del sueño y su interpretación, se postró para adorar. Luego regresó al campamento de Israel, y dijo: "¡Arriba! El Señor ha puesto en manos de ustedes el campamento de Madián". (Jueces 7, 15)

  • Dios puso en manos de ustedes a los jefes de Madián, Oreb y Zeeb. Comparado con esto, ¿qué he logrado hacer yo?". Después que les dijo estas palabras, se calmó su animosidad contra él. (Jueces 8, 3)

  • "Está bien, respondió Gedeón; cuando el Señor ponga en mis manos a Zébaj y a Salmuná, desgarraré la carne de ustedes con espinas y cardos del desierto". (Jueces 8, 7)

  • ¡Si pusieran a este pueblo en mis manos, yo expulsaría a Abimélec, desafiándolo a que refuerce su ejército y salga a combatir!". (Jueces 9, 29)

  • Entonces la ira del Señor se encendió contra Israel, y él los entregó en manos de los filisteos y de los amonitas. (Jueces 10, 7)

  • El Señor, el Dios de Israel, entregó en manos de los israelitas a Sijón con todas sus tropas. Israel los derrotó y ocupó todo el país de los amorreos que habitaban en esa región. (Jueces 11, 21)

  • Entonces hizo al Señor el siguiente voto: "Si entregas a los amonitas en mis manos, (Jueces 11, 30)

  • Luego atacó a los amonitas, y el Señor los entregó en sus manos. (Jueces 11, 32)


“Que Jesus o aperte sempre mais ao Seu divino coração. Que Ele o alivie no sofrimento e lhe dê o abraço final no Paraíso.” São Padre Pio de Pietrelcina