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al único Dios que nos salva por medio de Cristo Jesús nuestro Señor, a él Gloria, Honor, Fuerza y Poder desde antes de todos los tempos, ahora y por todos los siglos de los siglos. Amén. (Carta de Judas 1, 25)
Esta es la Revelación de Jesucristo; Dios quiso que enseñara a sus servidores, mediante esta revelación, lo que va a suceder pronto. Envió a su ángel para que se lo transmitiera en forma de visiones a su servidor Juan, (Apocalipsis 1, 1)
y de parte de Cristo Jesús, el testigo fiel, el primer nacido de entre los muertos, el rey de los reyes de la tierra. El nos ama (Apocalipsis 1, 5)
Yo, Juan, hermano de ustedes, con quienes comparto las pruebas, el reino y la perseverancia en Jesús, me encontraba en la isla de Patmos a causa de la palabra de Dios y por haber proclamado a Jesús. (Apocalipsis 1, 9)
Su cabeza y sus cabellos son blancos, como la lana blanca, como la nieve; sus ojos parecen llamas de fuego; (Apocalipsis 1, 14)
sus pies son como bronce pulido acrisolado en el horno; su voz resuena como estruendo de grandes olas. (Apocalipsis 1, 15)
Al verlo caí como muerto a sus pies; pero me tocó con la mano derecha y me dijo: «No temas, soy yo, el Primero y el Ultimo, (Apocalipsis 1, 17)
Por eso ahora la voy a arrojar a un lecho de dolor y también enviaré una prueba terrible a los que cometen adulterio con ella, a no ser que se arrepientan de sus maldades. (Apocalipsis 2, 22)
A sus hijos los heriré de muerte; así entenderán todas las Iglesias que yo soy el que escudriña el corazón y la mente, dando a cada uno según sus obras. (Apocalipsis 2, 23)
Ahora escúchenme los demás de Tiatira que no comparten esa doctrina: no los heriré a ustedes que no han conocido sus «misterios», como ellos dicen, que son los misterios de Satanás. (Apocalipsis 2, 24)
Tengo, sin embargo, los nombres de unos pocos de Sardes que no mancharon sus ropas; ésos me acompañarán vestidos de blanco, porque se lo merecen. (Apocalipsis 3, 4)
El vencedor vestirá de blanco. Nunca borraré su nombre del libro de la vida, sino que proclamaré su nombre delante de mi Padre y de sus ángeles. (Apocalipsis 3, 5)