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Que mis súplicas a Yavé permanezcan día y noche en su presencia para que me dé lo merecido a mí, tu siervo, y a todo su pueblo según las necesidades de cada día, (1 Reyes 8, 59)
Allí se dirigió hacia la cueva y pasó la noche en aquel lugar. Y le llegó una palabra de Yavé: «¿Qué haces aquí, Elías?» (1 Reyes 19, 9)
Mandó, pues, allí, carros, caballos y una fuerte tropa que llegaron de noche y cercaron la ciudad. (2 Reyes 6, 14)
El rey se levantó de noche y dijo a sus oficiales: «Los arameos saben que estamos hambrientos. Han salido del campamento y se han escondido en el campo, esperando que salgamos de la ciudad para tomarnos vivos y, después, entrar aquí. » (2 Reyes 7, 12)
Fue Joram a atacar la ciudad de Saír con todos sus carros de guerra. Ahí, atacando de noche, logró escapar a los edomitas que lo tenían cercado a él y a los jefes de los carros, pero los israelitas se habían dispersado. (2 Reyes 8, 21)
Aquella misma noche, salió el Angel de Yavé y mató en el campamento asirio a ciento ochenta y cinco mil soldados; a la hora de despertar, sólo se veían cadáveres. (2 Reyes 19, 35)
Entonces hicieron una abertura en el muro de la ciudad, y todos los hombres de guerra huyeron de noche por el camino de la puerta entre los dos muros de la quinta del rey, pasando a través de los caldeos, y se fueron por el camino de la estepa. (2 Reyes 25, 4)
Pasaban la noche alrededor de la Casa de Dios, pues les incumbía su vigilancia y tenían las llaves para abrirlas todas las mañanas. (1 Crónicas 9, 27)
Ellos eran también cantores, cabezas de familia de los levitas y moraban aparte en las habitaciones de la Casa, pues se ocupaban de día y de noche en su ministerio. (1 Crónicas 9, 33)
Aquella misma noche Yavé habló a Natán, para decirle: «Ve y transmite este recado a mi siervo David: (1 Crónicas 17, 3)
Durante la noche se apareció Yavé a Salomón y le dijo: «Pide lo que quieras que te dé», (2 Crónicas 1, 7)
Que tus ojos estén abiertos día y noche sobre esta Casa, sobre este lugar del que dijiste que pondrías en él tu Nombre. ¡Escucha la oración que te dirige tu siervo en este lugar! (2 Crónicas 6, 20)
