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mandaron sacar a Jeremías del patio de la guardia y lo entregaron a Godolías, hijo de Ajigam, para que lo condujera a su casa. Y así se quedó en medio del pueblo. (Jeremías 39, 14)
Estando Jeremías detenido en el patio de la guardia, la palabra de Yavé le había sido dirigida de esta manera: (Jeremías 39, 15)
Ahora viene lo que Yavé le habló a Jeremías, después que Nebuzardán, comandante de la guardia, lo dejó en libertad, cuando, en Ramá, lo sacó de en medio de los cautivos de Jerusalén y de Judá que iban desterrados a Babilonia, entre los cuales se encontraba encadenado. (Jeremías 40, 1)
En efecto, el comandante de la guardia tomó aparte a Jeremías y le dijo: «Yavé, tu Dios, había predicho esta catástrofe para este país y lo ha cumplido. Yavé ha actuado de acuerdo a sus amenazas. (Jeremías 40, 2)
Y Jeremías se fue a Mispá, donde estaba Godolías, hijo de Ajigam, y se quedó a vivir en su casa, junto con la gente que había quedado en el país. (Jeremías 40, 6)
Entonces todos los oficiales, especialmente Joanán, hijo de Carea, y Azarías, hijo de Hosías, y todo el pueblo, chicos y grandes, fueron a ver al profeta Jeremías (Jeremías 42, 1)
El profeta Jeremías les contestó: «De acuerdo, ahora mismo me pondré a rogar a Yavé, su Dios, por lo que ustedes me piden. Y cualquiera que sea la respuesta de Yavé, su Dios, yo se la comunicaré a ustedes sin ocultarles nada.» (Jeremías 42, 4)
Ellos, a su vez, dijeron a Jeremías: «Que Yavé sea un testigo fiel y sincero, que declare contra nosotros si no hacemos exactamente todo lo que Yavé, tu Dios, nos mande a decir por medio de ti. (Jeremías 42, 5)
Al cabo de diez días, una palabra de Yavé le llegó a Jeremías. (Jeremías 42, 7)
Pero apenas Jeremías hubo terminado de transmitir al pueblo todo el mensaje que Yavé, su Dios, le había entregado para ellos (y que fue mencionado arriba), (Jeremías 43, 1)
Azarías, hijo de Masías, y Joanán, hijo de Carea, y todos esos hombres, insolentes y porfiados, le contestaron a Jeremías: «No es cierto lo que cuentas. No es Yavé quien te ha encargado decirnos: «No se vayan a vivir a Egipto», (Jeremías 43, 2)
Entre ellos había hombres, mujeres y niños; estaban las princesas reales y todas las personas que Nebuzardán, comandante de la guardia, había dejado con Godolías, hijo de Ajigam, y nieto de Safán, y, especialmente, el profeta Jeremías y Baruc, hijo de Nerías. (Jeremías 43, 6)