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Dieron dinero a los que trabajaban la piedra, a los albañiles y carpinteros. También dieron alimentos, vino y aceite a los tirios para que trajeran por mar a Yafó madera de cedro del Líbano, según la autorización de Ciro, rey de Persia. (Esdras 3, 7)
Ellos nos dieron esta respuesta: Nosotros somos servidores del Dios del cielo y de la tierra, y estamos reconstruyendo la Casa que fue construida hace muchos años. Un gran rey de Israel la construyó y la terminó. (Esdras 5, 11)
y los dirigentes de los judíos continuaron reconstruyendo con éxito, según lo dicho por el profeta Ageo, y Zacarías, hijo de Idó; y dieron término a la obra, según la orden del Dios de Israel y los decretos de Ciro y Darío. (Esdras 6, 14)
porque no recibieron a los hijos de Israel con pan y agua. Dieron dinero a Balaam para que los maldijera, pero nuestro Dios cambió su maldición en bendición.» (Nehemías 13, 2)
y luego se los entregaba a sus dueños, cobrando un sueldo. Un día le dieron además un cabrito para la comida. (Tobías 2, 12)
Los jefes del ejército asirio, desanimados por estas palabras, rasgaron sus vestiduras y dieron grandes gritos en el campo. (Judit 14, 19)
El saqueo del campamento asirio duró un mes. A Judit le dieron la tienda de campaña de Holofernes con los objetos de plata, las camas, los cojines y todos los muebles. Ella lo tomó, trajo su mula y cargó todo en unos carros. (Judit 15, 11)
los judíos de Susa volvieron a reunirse al día siguiente, catorce del mes, y dieron muerte a trescientos hombres, pero no se adueñaron de sus cosas. (Ester 9, 15)
Aún no terminaba de hablar, cuando entró un tercero, diciendo: «Los caldeos, divididos en tres grupos, se lanzaron sobre tus camellos, se los llevaron, dieron muerte a espada a tus mozos y sólo yo he escapado para anunciártelo.» (Job 1, 17)
Los reyes se habían unido, y juntos avanzaban, hasta que la vieron... y quedaron pasmados, presas de pánico, se dieron a la fuga. (Salmos 48, 5)
En mi comida me echaron veneno, y para la sed me dieron vinagre. (Salmos 69, 22)
Vi a los traidores y me dieron asco, pues no respetan tu palabra. (Salmos 119, 158)
