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  • Vengo pronto. Mantén con firmeza lo que tienes, para que nadie te arrebate la corona. (Apocalipsis 3, 11)

  • Conozco tus obras: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! (Apocalipsis 3, 15)

  • Te aconsejo que me compres oro refinado para que te hagas rico, ropas blancas para que te cubras y no tengas que avergonzarte de tu desnudez; por último pídeme un colirio que te pondrás en los ojos para ver. (Apocalipsis 3, 18)

  • Yo reprendo y corrijo a los que amo. Vamos, anímate y conviértete. (Apocalipsis 3, 19)

  • Mira que estoy a la puerta y llamo: si alguno escucha mi voz y me abre, entraré en su casa y comeré con él y él conmigo. (Apocalipsis 3, 20)

  • Veinticuatro sillones rodean el trono, y en ellos están sentados veinticuatro ancianos con vestiduras blancas y coronas de oro en la cabeza. (Apocalipsis 4, 4)

  • Vi entonces en la mano derecha del que está sentado en el trono un libro en forma de rollo escrito por los dos lados y sellado con siete sellos. (Apocalipsis 5, 1)

  • Vi también a un ángel formidable que proclamaba con voz potente: «¿Quién es digno de abrir el libro y de romper los sellos?» (Apocalipsis 5, 2)

  • Y no se encontró a nadie, ni en el cielo, ni en la tierra, ni en el mundo de abajo, que fuera capaz de abrir el libro y de leerlo. (Apocalipsis 5, 3)

  • Entonces vi esto: entre el trono con sus cuatro Seres Vivientes y los veinticuatro ancianos un Cordero estaba de pie, a pesar de haber sido sacrificado. Tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete espíritus de Dios enviados a toda la tierra. (Apocalipsis 5, 6)

  • Y cantaban este cántico nuevo: Eres digno de tomar el libro y de abrir sus sellos, porque fuiste degollado y con tu sangre compraste para Dios hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación. (Apocalipsis 5, 9)

  • Como estaba mirando, el Cordero abrió el primero de los siete sellos, y oí al primero de los cuatro Seres Vivientes que gritaba como con voz de trueno: «Ven.» (Apocalipsis 6, 1)


“Onde não há obediência, não há virtude. Onde não há virtude, não há bem, não há amor; e onde não há amor, não há Deus; e sem Deus não se chega ao Paraíso. Tudo isso é como uma escada: se faltar um degrau, caímos”. São Padre Pio de Pietrelcina