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Amadísimos, tenía un gran deseo de escribirles acerca de nuestra común salvación, y me sentí obligado a hacerlo, para exhortarlos a luchar por la fe que Dios entregó de una vez para siempre a sus santos. (2º Carta de Pedro 3, 3)
Al Dios único que puede preservarlos de todo pecado y presentarlos alegres y sin mancha ante su propia Gloria; (2º Carta de Pedro 3, 24)
Si alguien dice: «Yo lo conozco», pero no guarda sus mandatos, ése es un mentiroso y la verdad no está en él. (1º Carta de Juan 2, 4)
¿Y quién es el mentiroso sino el que niega que Jesús es el Cristo? Ese es el mentiroso, el que niega a la vez al Padre y al Hijo. (1º Carta de Juan 2, 22)
En cambio, si un inspirado no reconoce a Jesús, ese espíritu no es de Dios; es el mismo espíritu del Anticristo. Han oído que vendría un anticristo: pues bien, ya está en el mundo. (1º Carta de Juan 4, 3)
En este mundo se han presentado muchos seductores, que no reconocen a Jesús como el Mesías venido en la carne. En eso mismo se reconoce al impostor y al anticristo. (2º Carta de Juan 1, 7)
El que se aventura y no permanece en la doctrina de Cristo, no posee a Dios; el que permanece en la doctrina, ése posee al Padre y al Hijo. (2º Carta de Juan 1, 9)
Muy querido amigo, sabiendo que tu alma va por el buen camino, te deseo que goces de buena salud y que todos tus caminos te den satisfacción. (3º Carta de Juan 1, 2)
Amadísimos, tenía un gran deseo de escribirles acerca de nuestra común salvación, y me vi obligado a hacerlo para moverlos a luchar por la fe que Dios entregó una vez para siempre a sus santos. (Carta de Judas 1, 3)
Porque se han deslizado entre ustedes ciertos hombres a los que Dios, de antemano reserva su condenación: son impíos que hacen de la gracia de nuestro Dios un pretexto para su libertinaje y niegan a nuestro único Dueño y Señor, Cristo Jesús. (Carta de Judas 1, 4)
Ellos les decían: Al fin de los tiempos habrá hombres que se burlarán de las cosas sagradas y vivirán según sus deseos impuros. (Carta de Judas 1, 18)
Al Dios único que los puede preservar de todo pecado y presentarlos alegres y sin mancha ante su propia gloria, (Carta de Judas 1, 24)