Katholische Bibel
 

Jeremías, 50

17. Israel era una oveja perdida, perseguida por leones. Primero, el rey de Asur la devoró, y luego, Nabucodonosor, rey de Babilonia, se comió sus huesos.

Verse im Zusammenhang mit Jeremías, 50:

Jeremías 50 habla sobre la caída de Babilonia y la liberación del pueblo de Israel del cautiverio. Los siguientes son cinco versos de otros libros bíblicos que se relacionan con los temas cubiertos en este capítulo:

Isaías 48:20: "Dejé Babilonia, me escapé de los caldeos, con una voz de alegría, proclamar esto, revelar hasta el fin de la tierra; digamos: ¡el Señor redimió a su siervo Jacob!" Este verso habla sobre la liberación de la gente de Israel de Babilonia y la alegría que trae.

Isaías 52:11: "Take Elimina, sal, me fui, no lo tocas, salí de él, te purifica a ti, tú que toman los utensilios del Señor". Este versículo también habla sobre la partida de la gente de Israel de Babilonia y la necesidad de purificarse para comunicarse con Dios.

Jeremías 51:6: "Me escapé del medio de Babilonia, y cada uno le salve la vida; no sean exterminados en su injusticia; porque este es el momento de la venganza del Señor; él le dará el pagado". Aquí el Profeta Jeremías insta a la gente de Israel a huir de Babilonia y salvarse de la destrucción inminente.

Jeremías 51:20-23: "Eres un martillo y armas de guerra; romperé a las naciones, y destruiré reinos; romperé el caballo y su caballero; él romperá el auto y su conductor; te desgarraré. el anciano y el niño; contigo, desgarraré al niño y a la niña ". Estos versos hablan sobre el uso de Babilonia como un instrumento de destrucción en las manos de Dios.

Apocalipsis 18:2: "Y lloró fuertemente con una voz grande, diciendo, cayó, cayó ante la gran Babilonia y se convirtió en un hogar de demonios, y refugio de cada espíritu sucio, y refugio de cada pájaro sucio y molesto". Este versículo habla sobre la caída final de Babilonia, que se convierte en un lugar de vivienda de demonios y espíritus sucios.





“Subamos sem nos cansarmos, sob a celeste vista do Salvador. Distanciemo-nos das afeições terrenas. Despojemo-nos do homem velho e vistamo-nos do homem novo. Aspiremos à felicidade que nos está reservada.” São Padre Pio de Pietrelcina