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Judas, viendo que el asalto había comenzado y que el fragor de la batalla, unido al son de las trompetas, llegaba al cielo, (I Macabeos 5, 31)
Judas, viendo que todo el mal que Alcimo y los suyos hacían a los israelitas era mayor que el de los mismos paganos, (I Macabeos 7, 23)
Judas, viendo la dispersión de su ejército cuando era inminente la lucha, se sintió profundamente apenado, pues no tenía tiempo para volverlos a juntar. (I Macabeos 9, 7)
Los del ala izquierda, viendo la derrota del ala derecha, siguieron por la espalda a Judas y a los suyos. (I Macabeos 9, 16)
Báquides, viendo que Alcimo había muerto, regresó a la corte real. El país tuvo paz durante dos años. (I Macabeos 9, 57)
Viendo el rey Demetrio que el país estaba tranquilo y que nadie se le oponía, licenció a sus soldados, mandándolos a sus hogares, excepto las fuerzas extranjeras reclutadas en las islas de los gentiles; pero esto le trajo la hostilidad de los soldados de su padre. (I Macabeos 11, 38)
Viendo que los judíos dominaban la ciudad, se desalentaron y suplicaron al rey: (I Macabeos 11, 49)
Jonatán, viendo que las circunstancias le eran favorables, escogió algunos hombres, que envió a Roma para confirmar y renovar la amistad con los romanos. (I Macabeos 12, 1)
Viendo que el pueblo temblaba de miedo, fue a Jerusalén, lo reunió (I Macabeos 13, 2)
Simón, viendo que Juan, su hijo, era ya un hombre, lo nombró capitán de todo el ejército, con residencia en Guézer. (I Macabeos 13, 53)
Atenobio, amigo del rey, llegó a Jerusalén y, viendo la fastuosidad de Simón, su vajilla de oro y plata y el aparato con que se rodeaba, quedó maravillado. Pero le comunicó las palabras del rey. (I Macabeos 15, 32)
Onías, viendo el peligro de la discordia y la insensatez de Apolonio, jefe de Celesiria y Fenicia, que apoyaba la maldad de Simón, se fue a ver al rey, (II Macabeos 4, 4)