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Entretanto los madianitas lo habían vendido en Egipto a Putifar, eunuco del Faraón y capitán de la guardia. (Génesis 37, 36)
José había sido llevado a Egipto. Putifar, egipcio, eunuco del Faraón y capitán de la guardia, se lo compró a los ismaelitas que lo habían llevado allí. (Génesis 39, 1)
Desde el momento en que le puso al frente de su casa y de todo cuanto tenía, el Señor bendijo la casa del egipcio en consideración a José. La bendición del Señor alcanzó a todo cuanto poseía, tanto en la casa como en el campo. (Génesis 39, 5)
Ni él es más poderoso que yo en esta casa. Nada me ha prohibido más que a ti, puesto que tú eres su mujer. ¿Cómo podría yo cometer un mal tan grande y pecar contra Dios?". (Génesis 39, 9)
y los encarceló en casa del capitán de la guardia, en la cárcel donde José estaba detenido. (Génesis 40, 3)
El capitán de la guardia los confió al cuidado de José, que les servía. Y así estuvieron cierto tiempo en la cárcel. (Génesis 40, 4)
les preguntó a los dos oficiales del Faraón, que estaban con él en prisión en la casa de su señor: "¿Por qué tenéis hoy esa cara tan triste?". (Génesis 40, 7)
Ellos le respondieron: "Hemos tenido un sueño y no hay quien nos lo interprete". José les dijo: "Es Dios quien da la interpretación; no obstante, contádmelo a mí". (Génesis 40, 8)
Irritado el Faraón contra sus servidores, nos había metido en la cárcel, en casa del capitán de la guardia, a mí y al primer panadero. (Génesis 41, 10)
Había allí, con nosotros, un joven hebreo, esclavo del capitán de la guardia. Nosotros le contamos nuestros sueños, y él nos dio a cada uno la interpretación de su sueño. (Génesis 41, 12)
Detrás de ellas subieron otras siete vacas escuálidas y flacas, tan raquíticas que no he visto otras semejantes en todo Egipto. (Génesis 41, 19)
Después de habérselas tragado no se conocía que se las hubieran tragado, porque su aspecto era tan raquítico como antes. Entonces me desperté. (Génesis 41, 21)