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Ellos entraron y tomaron posesión de ella; pero luego no escucharon tu voz ni caminaron según tu ley; no hicieron nada de cuanto les habías ordenado, y por eso has traído contra ellos toda esta desventura. (Jeremías 32, 23)
Al cabo de siete años cada uno de vosotros dejará libre a su hermano hebreo que le haya sido vendido; estará a tu servicio seis años y luego lo dejarás en libertad. Pero vuestros padres no escucharon ni hicieron caso. (Jeremías 34, 14)
regresaron todos ellos de los diversos lugares donde estaban dispersos, y vinieron a la tierra de Judá, donde Godolías, en Mispá, e hicieron una abundante recolección de vino y frutos. (Jeremías 40, 12)
Partieron e hicieron alto en Quimhán, cerca de Belén, para continuar después el viaje con ánimo de entrar en Egipto (Jeremías 41, 17)
Pero no quisieron escuchar ni hicieron caso, ni se convirtieron de su perversidad, ni dejaron de quemar incienso a dioses extraños. (Jeremías 44, 5)
sino que haremos decididamente todo lo que nos hemos propuesto: quemar incienso y hacer ofrendas de vino a la reina del cielo, tal como hemos hecho nosotros y como hicieron nuestros padres, nuestros reyes y nuestros príncipes en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén. Entonces tuvimos pan hasta hartarnos, éramos felices y no veíamos desventuras. (Jeremías 44, 17)
Los caldeos hicieron pedazos las columnas de bronce del templo del Señor, así como las basas y la gran pila de bronce que había en el templo del Señor, y se llevaron todo el bronce a Babilonia. (Jeremías 52, 17)
Luego hicieron una colecta de dinero, según las posibilidades de cada uno, (Baruc 1, 6)
Cuando naciste, el día que viniste al mundo, no te fue cortado el cordón, no fuiste lavada con agua pura para limpiarte; no te hicieron las fricciones de sal, ni fuiste envuelta en pañales. (Ezequiel 16, 4)
Hijo de hombre, di a la casa de Israel: Esto dice el Señor Dios: Todavía me hicieron vuestros padres la injuria siguiente, entre tantas infidelidades que cometieron contra mí. (Ezequiel 20, 27)
En alta mar se encuentran tus confines. Tus fundadores te hicieron de perfecta hermosura. (Ezequiel 27, 4)
Con cipreses de Hermón construyeron tus planchas, con cedro del Líbano hicieron tu mástil, (Ezequiel 27, 5)