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Hermanos, es nuestro deber y es de justicia dar gracias a Dios por vosotros, por los grandes progresos de vuestra fe y por el amor cada vez más grande que os tenéis unos a otros, (II Tesalonicenses 1, 3)
Al partir para Macedonia te rogué que permanecieras en Éfeso, con el fin de que ordenaras a algunos que no enseñen cosas extrañas (I Timoteo 1, 3)
Pon tu atención en estas cosas, entrégate de lleno a ellas, para que todos vean tus progresos. (I Timoteo 4, 15)
Por eso quiero que las viudas jóvenes se vuelvan a casar, que tengan hijos, que gobiernen su casa y que no den motivos de crítica a los adversarios, (I Timoteo 5, 14)
Por eso te recomiendo que reavives la gracia de Dios, que te fue conferida por la imposición de mis manos. (II Timoteo 1, 6)
Que el Señor tenga misericordia de él en el último día. Tú sabes mejor que nadie los servicios que prestó en Éfeso. (II Timoteo 1, 18)
A Tíquico lo envié a Éfeso. (II Timoteo 4, 12)
¡Y qué verdad es! Por eso, repréndelos con energía, para que se mantengan sanos en la fe (Tito 1, 13)
Nosotros también en otro tiempo fuimos unos locos, desobedientes, descarriados, esclavos de toda clase de concupiscencias y placeres, malos y envidiosos, odiados de todos y odiándonos mutuamente unos a otros. (Tito 3, 3)
Pablo, preso por Cristo Jesús, y el hermano Timoteo, a Filemón, amigo querido y colaborador nuestro; (Filemon 1, 1)
prefiero apelar a tu amor. Yo, Pablo, viejo ya y ahora, además, preso por Cristo Jesús, (Filemon 1, 9)
Has amado la justicia y odiado la iniquidad; por eso Dios, tu Dios, te ha ungido con óleo de alegría con preferencia a tus compañeros. (Hebreos 1, 9)