Encontrados 1533 resultados para: esa

  • Los dirigentes no me añadieron nada -lo que ellos fueron antes, no me interesa, pues Dios no juzga por las apariencias-, (Gálatas 2, 6)

  • Ahora bien, Dios hizo las promesas a Abrahán y a su descendencia. No dice "a tus descendientes", como si fueran muchos, sino a tu descendencia, refiriéndose a Cristo. (Gálatas 3, 16)

  • Lo que quiero decir es esto: Dios hizo un pacto con Abrahán en toda regla; por tanto, una ley, que vino cuatrocientos años después, no pudo anularlo ni dejar sin valor la promesa de Dios. (Gálatas 3, 17)

  • Pues si la herencia depende del cumplimiento de la ley, ya no se debe a la promesa; pero la verdad es que Dios prometió a Abrahán dársela gratuitamente. (Gálatas 3, 18)

  • Entonces, ¿para qué la ley? Fue añadida para declarar lo que era delito hasta que llegara el descendiente a que se refería la promesa. La ley fue promulgada por ángeles a través de un mediador. (Gálatas 3, 19)

  • La ley, por tanto, ¿está contra las promesas de Dios? De ninguna manera. Si se hubiera dado una ley capaz de vivificar, entonces la justicia hubiera sido realmente por la ley. (Gálatas 3, 21)

  • Pero, según la Escritura, todo el mundo está bajo el pecado, para que la promesa de Dios se cumpla en los creyentes por la fe en Jesucristo. (Gálatas 3, 22)

  • Y si vosotros sois de Cristo, sois descendencia de Abrahán, herederos según la promesa. (Gálatas 3, 29)

  • Pero el de la esclava nació de modo natural; el de la libre, sin embargo, en virtud de la promesa. (Gálatas 4, 23)

  • Hermanos, vosotros, como Isaac, sois hijos de la promesa. (Gálatas 4, 28)

  • estabais en otro tiempo sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a las alianzas, sin esperanza de la promesa y sin Dios en el mundo; (Efesios 2, 12)

  • Este secreto consiste en que los paganos comparten la misma herencia con los judíos, son miembros del mismo cuerpo y, en virtud del evangelio, participan de la misma promesa en Jesucristo. (Efesios 3, 6)


“Pobres e desafortunadas as almas que se envolvem no turbilhão de preocupações deste mundo. Quanto mais amam o mundo, mais suas paixões crescem, mais queimam de desejos, mais se tornam incapazes de atingir seus objetivos. E vêm, então, as inquietações, as impaciências e terríveis sofrimentos profundos, pois seus corações não palpitam com a caridade e o amor. Rezemos por essas almas desafortunadas e miseráveis, para que Jesus, em Sua infinita misericórdia, possa perdoá-las e conduzi-las a Ele.” São Padre Pio de Pietrelcina