Encontrados 102 resultados para: La rebelión de Absalón

  • No había en todo Israel un hombre que fuese tan celebrado por su belleza como Absalón. Desde la planta de los pies hasta la coronilla de la cabeza no había defecto alguno en él. (II Samuel 14, 25)

  • Absalón tuvo tres hijos y una hija, que se llamaba Tamar, y era muy bella. (II Samuel 14, 27)

  • Absalón vivió dos años en Jerusalén sin ver al rey. (II Samuel 14, 28)

  • Absalón mandó recado a Joab para que fuera a ver al rey de parte suya, pero Joab no quiso ir. Le mandó por segunda vez, y tampoco quiso ir. (II Samuel 14, 29)

  • Entonces dijo a sus siervos: "Conocéis el campo de Joab, que está junto al mío y en el que tiene cebada; id y prendedle fuego". Y los siervos de Absalón prendieron fuego al campo. (II Samuel 14, 30)

  • Entonces Joab se presentó a Absalón en su casa y le dijo: "¿Por qué tus siervos han prendido fuego a mi campo?". (II Samuel 14, 31)

  • Absalón le respondió: "Te he mandado a decir que vinieses para enviarte al rey con este mensaje: ¿Para qué he venido de Guesur? Me hubiera sido mejor estar todavía allí. Quiero ver al rey; y, si tengo culpa, que me mate". (II Samuel 14, 32)

  • Joab se presentó al rey y se lo comunicó. Entonces el rey llamó a Absalón. Absalón se presentó y se postró rostro en tierra ante el rey. Y el rey besó a Absalón. (II Samuel 14, 33)

  • Después de esto, Absalón se procuró un carro y caballos y una guardia de cincuenta hombres. (II Samuel 15, 1)

  • Absalón se levantaba pronto, se ponía junto al camino que lleva a la puerta y, cuando un hombre tenía un pleito que le llevaba ante el rey para el juicio, le llamaba y le decía: "¿De qué ciudad eres?". Él respondía: "Tu servidor es de tal tribu de Israel". (II Samuel 15, 2)

  • Absalón le decía: "Mira, tu causa es buena y justa; pero no hay quien te escuche de parte del rey". (II Samuel 15, 3)

  • Así procedía Absalón con todos los israelitas que venían a pedir justicia al rey, y así ganaba el corazón de los israelitas. (II Samuel 15, 6)


“Nunca vá se deitar sem antes examinar a sua consciência sobre o dia que passou. Enderece todos os seus pensamentos a Deus, consagre-lhe todo o seu ser e também todos os seus irmãos. Ofereça à glória de Deus o repouso que você vai iniciar e não esqueça do seu Anjo da Guarda que está sempre com você.” São Padre Pio de Pietrelcina