Encontrados 72 resultados para: Gat

  • Saúl se enteró de que David había huido a Gat y dejó de perseguirlo. (I Samuel 27, 4)

  • David no dejaba con vida ni hombre ni mujer, para que no fueran a Gat y dijeran lo que hacía. Tal fue su manera de proceder durante todo el tiempo que permaneció en territorio filisteo. (I Samuel 27, 11)

  • No deis la noticia en Gat, no lo publiquéis por los caminos de Ascalón; que no se alegren las hijas de los filisteos, que no se regocijen las hijas de los incircuncisos. (II Samuel 1, 20)

  • Por eso no quiso llevar el arca del Señor a su casa, a la ciudad de David, y la llevó a casa de Obededón de Gat. (II Samuel 6, 10)

  • El arca del Señor estuvo tres meses en casa de Obededón de Gat, y el Señor bendijo a Obededón y a toda su casa. (II Samuel 6, 11)

  • Todos sus servidores estaban a su lado. Todos los quereteos, los peleteos y los hititas que le habían seguido desde Gat, seiscientos hombres, marchaban delante del rey. (II Samuel 15, 18)

  • El rey dijo a Itay, el de Gat: "¿Por qué vienes tú también con nosotros? Vuélvete y quédate con el rey, porque tú eres extranjero y también tú estás exiliado lejos de tu país. (II Samuel 15, 19)

  • David dijo a Itay: "Anda, pasa". E Itay de Gat pasó con todos sus hombres y toda su familia que estaba con él. (II Samuel 15, 22)

  • Dividió el ejército en tres cuerpos. Dio el mando de un tercio a Joab; de otro tercio, a Abisay, hijo de Sarvia, hermano de Joab, y de otro a Itay de Gat. Después dijo al ejército: "Yo iré también con vosotros a la guerra". (II Samuel 18, 2)

  • Hubo otra batalla en Gob contra los filisteos, y Eljanán, hijo de Yaír, de Belén, mató a Goliat, de Gat; el asta de su lanza era como un enjullo de tejedor. (II Samuel 21, 19)

  • Se dio otra batalla en Gat, donde había un gigante que tenía veinticuatro dedos, seis en cada extremidad. También éste era descendiente de los gigantes. (II Samuel 21, 20)

  • Estos cuatro gigantes eran descendientes de los gigantes de Gat, y cayeron en manos de David y de sus hombres. (II Samuel 21, 22)


“Que Jesus reine sempre soberano no seu coração e o faça cada vez mais digno de seus divinos dons.” São Padre Pio de Pietrelcina