Encontrados 465 resultados para: Fuego
Entonces el rey Nabucodonosor se acercó y se quedó estupefacto; se levantó rápidamente y dijo a sus ministros: "¿No hemos echado nosotros al fuego a estos tres hombres atados?". Respondieron al rey: "Ciertamente, oh rey". (Daniel 3, 91)
El rey añadió: "Pues yo veo a cuatro hombres desatados que andan por medio del fuego, sin sufrir daño alguno; más aún, el aspecto del cuarto se parece a un hijo de los dioses". (Daniel 3, 92)
Después Nabucodonosor se acercó a la boca del horno de fuego ardiente y dijo: "¡Sidrac, Misac y Abdénago, siervos del Dios altísimo, salid fuera y venid aquí!". Sidrac, Misac y Abdénago salieron del fuego. (Daniel 3, 93)
Los sátrapas, prefectos, gobernadores y ministros se acercaron y comprobaron que el fuego no había hecho ningún mal a la persona de aquellos jóvenes y que ni siquiera un pelo de su cabeza se había quemado, ni sus vestidos se habían alterado; más aún, ni el olor del fuego había quedado en ellos. (Daniel 3, 94)
Yo seguía observando: se instalaron unos tronos, y un anciano se sentó. Sus vestiduras eran blancas como la nieve; como lana pura el cabello de su cabeza; su trono era de llamas, con ruedas de fuego ardiente. (Daniel 7, 9)
Un río de fuego manaba y salía delante de él. Miles de millares le servían, millones y millones estaban de pie en su presencia. El tribunal se sentó y los libros se abrieron. (Daniel 7, 10)
Todos ellos son adúlteros, queman como horno encendido, aunque el hornero deje de atizar el fuego desde que prepara la masa hasta que fermenta. (Oseas 7, 4)
Su corazón se abrasa como un horno en las tramas que urde. Toda la noche dormita su cólera y a la mañana quema como fuego ardiente. (Oseas 7, 6)
Israel, olvidando a su hacedor, se ha edificado palacios, y Judá ha multiplicado las ciudades fuertes. Pero yo prenderé fuego a sus ciudades, que devorará sus palacios. (Oseas 8, 14)
A ti clamo, Señor, porque el fuego ha devorado los pastizales del desierto, la llama ha consumido todos los árboles del campo. (Joel 1, 19)
Hasta las bestias salvajes se vuelven hacia ti, porque se han secado las corrientes de agua y el fuego ha devorado los pastizales del desierto. (Joel 1, 20)
Ante él devora un fuego, detrás de él una llama abrasa. Si antes de su llegada era el país un jardín del Edén, después que pase será un desierto desolado; nada escapará a su furor. (Joel 2, 3)