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  • Que los pueblos te sirvan y las naciones se inclinen ante ti. Sé señor de tus hermanos e inclínense ante ti los hijos de tu madre. Maldito sea el que te maldiga y bendito el que te bendiga". (Génesis 27, 29)

  • Pero ante las débiles no las ponía. Y así las crías débiles eran para Labán y las robustas para Jacob. (Génesis 30, 42)

  • Raquel le dijo: "No se enfade mi señor si no puedo levantarme ante él, pues tengo lo que es habitual en las mujeres". Así él buscó y rebuscó, pero no pudo encontrar sus ídolos. (Génesis 31, 35)

  • Jacob continuó: "No, por favor, si he hallado gracia a tus ojos, acepta de mi mano ese regalo, porque me he presentado a ti como uno se presenta ante Dios y tú me has recibido bien. (Génesis 33, 10)

  • estábamos atando gavillas en el campo, y en esto que mi gavilla se levanta y se queda derecha, mientras que las vuestras se ponen alrededor y se inclinan ante la mía". (Génesis 37, 7)

  • José tuvo otro sueño, que contó también a sus hermanos: "He tenido otro sueño: me parecía que el sol, la luna y once estrellas se postraban ante mí". (Génesis 37, 9)

  • Se lo contó a su padre y a sus hermanos, y su padre le reprendió, diciéndole: "¿Qué sueño es ése que has tenido? ¿Es que tenemos que postrarnos ante ti, yo, tu madre y tus hermanos?". (Génesis 37, 10)

  • Le hizo montar sobre el segundo de sus carros y ordenó que se gritara ante él: "¡Atención!". Así fue constituido sobre todo Egipto. (Génesis 41, 43)

  • Tenía José treinta años cuando se presentó ante el Faraón, rey de Egipto. Salió de su presencia y recorrió toda la tierra de Egipto. (Génesis 41, 46)

  • José era el señor del país y vendía el grano a todo el mundo. Los hermanos de José llegaron y se postraron ante él rostro en tierra. (Génesis 42, 6)

  • Yo salgo fiador de él; a mí me pedirás cuenta. Si no te lo devuelvo, si no te lo traigo, yo seré culpable ante ti toda mi vida. (Génesis 43, 9)

  • Cuando Judá y sus hermanos llegaron a la casa de José, éste estaba todavía allí. Ellos se postraron ante él, (Génesis 44, 14)


“Tenhamos sempre horror ao pecado mortal e nunca deixemos de caminhar na estrada da santa eternidade.” São Padre Pio de Pietrelcina