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cuando estaban en Silo, en tierra de Canaán, y les dijeron: «Yahveh ordenó por medio de Moisés que se nos dieran ciudades donde residir, con sus pastos para nuestro ganado.» (Josué 21, 2)
«Ahora bien, si nos parece impura vuestra propiedad, pasad a la tierra de propiedad de Yahveh, donde ha fijado su morada, y estableceos entre nosotros. Pero no os rebeléis contra Yahveh, ni nos arrastréis en vuestra rebeldía al construiros un altar aparte del altar de Yahveh nuestro Dios. (Josué 22, 19)
Lejos de nosotros rebelarnos contra Yahveh y desertar hoy de su servicio, levantando, para ofrecer en él holocaustos, oblaciones o sacrificios, un altar aparte del altar de Yahveh nuestro Dios erigido delante de su morada.» (Josué 22, 29)
Porque Yahveh nuestro Dios es el que nos hizo subir, a nosotros y a nuestros padres, de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre, y el que delante de nuestros ojos obró tan grandes señales y nos guardó por todo el camino que recorrimos y en todos los pueblos por los que pasamos. (Josué 24, 17)
Además Yahveh expulsó delante de nosotros a todos esos pueblos y a los amorreos que habitaban en el país. También nosotros serviremos a Yahveh, porque él es nuestro Dios.» (Josué 24, 18)
El pueblo respondió a Josué: «A Yahveh nuestro Dios serviremos y a sus voz atenderemos.» (Josué 24, 24)
Los hermanos de su madre hablaron de él en los mismos términos a todos los señores de Siquem, y su corazón se inclinó hacia Abimélek, porque se decían: «Es nuestro hermano.» (Jueces 9, 3)
Los árboles se pusieron en camino para ungir a uno como su rey. Dijeron al olivo: "Sé tú nuestro rey." (Jueces 9, 8)
Los israelitas clamaron a Yahveh diciendo: «Hemos pecado contra tí, porque hemos abandonado a Yahveh nuestro Dios para servir a los Baales.» (Jueces 10, 10)
Pero la mujer de Galaad le había dado hijos, y crecieron los hijos de la mujer y echaron a Jefté diciéndole: « Tú no tendrás herencia en la casa de nuestro padre, porque eres hijo de otra mujer.» (Jueces 11, 2)
Dijeron a Jefté: «Ven, tú serás nuestro caudillo en la guerra con los ammonitas.» (Jueces 11, 6)
Los ancianos de Galaad replicaron a Jefté: «Por eso ahora volvemos donde ti: ven con nosotros; tú atacarás a los ammonitas y serás nuestro jefe y el de todos los habitantes de Galaad.» (Jueces 11, 8)