Encontrados 405 resultados para: fin del reinado de Saúl

  • El año segundo del reinado del rey Asuero el Grande, el día uno del mes de Nisán, tuvo un sueño Mardoqueo, hijo de Yaír, hijo de Semeí, hijo de Quis, de la tribu de Benjamín, (Ester 11, 2)

  • Del maestro de coro. Del siervo de Yahveh, David, que dirigió a Yahveh las palabras de este cántico el día en que Yahveh le libró de todos sus enemigos y de las manos de Saúl. (Salmos 18, 1)

  • Cuando el edomita Doeg vino a avisar a Saúl diciéndole: «David ha entrado en casa de Ajimélek.» (Salmos 52, 2)

  • Cuando los zifitas vinieron a decir a Saúl: «¿No está escondido David entre nosotros?» (Salmos 54, 2)

  • Del maestro de coro. «No destruyas.» De David. A media voz. Cuando, huyendo de Saúl, se escondió en la cueva. (Salmos 57, 1)

  • Del maestro de coro. «No destruyas.» De David. A media voz. Cuando Saúl mandó a vigilar su casa con el fin de matarle. (Salmos 59, 1)

  • y cuando vio aquel poderoso ejército, oró diciendo: «Bendito seas, Salvador de Israel, que quebraste el ímpetu del poderoso guerrero por mano de tu siervo David y entregaste el ejército de los filisteos en manos de Jonatán, hijo de Saúl, y de su escudero. (I Macabeos 4, 30)

  • Ya el año 169, en el reinado de Demetrio, nosotros, los judíos, os escribimos así: «En lo más grave de la tribulación que ha caído sobre nosotros en estos años, desde que Jasón y sus partidarios traicionaron la tierra santa y el reino, (II Macabeos 1, 7)

  • Han pasado el Vado: «Haremos noche en Gueba.» Temblaba Ramá, Guibeá de Saúl huía. (Isaías 10, 29)

  • Dejará de existir el baluarte de Efraím y el reinado de Damasco, y el resto de Aram vendrá a ser como la gloria de los israelitas - oráculo de Yahveh Sebaot -. (Isaías 17, 3)

  • a quien fue dirigida la palabra de Yahveh en tiempo de Josías, hijo de Amón, rey de Judá, en el año trece de su reinado, (Jeremías 1, 2)

  • Al principio del reinado de Yoyaquim, hijo de Josías, rey de Judá, fue dirigida a Jeremías esta palabra de Yahveh: (Jeremías 26, 1)


“O amor tudo esquece, tudo perdoa, sem reservas.” São Padre Pio de Pietrelcina