Encontrados 18 resultados para: calma

  • Tu servidora pensó además: ‘Que la palabra del rey nos traiga la calma. Porque él es como un ángel de Dios para distinguir el bien del mal’ ¡Que el Señor, tu Dios, esté contigo!". (II Samuel 14, 17)

  • Toda la gente del país se alegró y la ciudad permaneció en calma. A Atalía la habían pasado al filo de la espada en la casa del rey. (II Reyes 11, 20)

  • Toda la gente del país se alegró y la ciudad permaneció en calma. A Atalía la habían pasado al filo de la espada. (II Crónicas 23, 21)

  • ¡No tengo calma, ni tranquilidad, ni sosiego, sólo una constante agitación! (Job 3, 26)

  • Tú, que no soportas el ardor de tu ropa, cuando la tierra está en calma bajo el viento del sur, (Job 37, 17)

  • entonces se alegraron de aquella calma, y el Señor los condujo al puerto deseado. (Salmos 107, 30)

  • Alma mía, recobra la calma, porque el Señor ha sido bueno contigo. (Salmos 116, 7)

  • El rey Demetrio vio que todo el país estaba en calma bajo su mando y que no encontraba ninguna resistencia. Entonces licenció a su ejército, enviando a cada uno a su casa, excepto a los extranjeros que había reclutado en las islas de las naciones. Por este motivo, se atrajo la hostilidad de todas las tropas de sus antepasados. (I Macabeos 11, 38)

  • Las palabras de los sabios oídas con calma valen más que los gritos del que gobierna a los necios. (Eclesiastés 9, 17)

  • ¿No calma el rocío el calor ardiente? Así, una buena palabra puede más que un regalo. (Eclesiástico 18, 16)

  • Tú le dirás: Mantente alerta y no pierdas la calma; no temas, y que tu corazón no se intimide ante esos dos cabos de tizones humeantes, ante el furor de Resín de Arám y del hijo de Remalías. (Isaías 7, 4)

  • Porque así habla el Señor, el Santo de Israel: En la conversión y en la calma está la salvación de ustedes; en la serenidad y la confianza está su fuerza. ¡Pero ustedes no lo han querido! (Isaías 30, 15)


Uma filha espiritual perguntou a Padre Pio: “O Senhor cura tantas pessoas, por que não cura esta sua filha espiritual?” Padre Pio respondeu-lhe em voz baixa: “E não nos oferecemos a Deus?” São Padre Pio de Pietrelcina