Encontrados 40 resultados para: Jorám

  • Josafat se fue a descansar con sus padres, y fue sepultado con ellos en la Ciudad de David, su padre. Su hijo Jorám reinó en lugar de él. (I Reyes 22, 51)

  • El rey murió, conforme a la palabra del Señor que había pronunciado Elías. En lugar de él reinó su hermano Jorám, en el segundo año de Jorám, hijo de Josafat, rey de Judá; porque Ocozías no tenía hijos. (II Reyes 1, 17)

  • Jorám, hijo de Ajab, comenzó a reinar sobre Israel, en Samaría, el decimoctavo año de Josafat, rey de Judá, y reinó doce años. (II Reyes 3, 1)

  • Aquel día, el rey Jorám salió de Samaría y pasó revista a todo Israel. (II Reyes 3, 6)

  • Además preguntó: "¿Por qué camino subiremos?". "Por el camino del desierto de Moab", respondió Jorám. (II Reyes 3, 8)

  • El quinto año de Jorám, hijo de Ajab, rey de Israel, inició su reinado Jorám, hijo de Josafat, rey de Judá. (II Reyes 8, 16)

  • Jorám partió entonces para Saír con todos sus carros de guerra. Por la noche, se levantó y derrotó a los edomitas, que lo tenían cercado a él y a los jefes de los carros; pero las tropas huyeron a la desbandada. (II Reyes 8, 21)

  • El resto de los hechos de Jorám y todo lo que él hizo, ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Judá? (II Reyes 8, 23)

  • Jorám se fue a descansar con sus padres, y fue sepultado con ellos en la Ciudad de David. Su hijo Ocozías reinó en lugar de él. (II Reyes 8, 24)

  • El duodécimo año de Jorám, hijo de Ajab, rey de Israel, inició su reinado Ocozías, hijo de Jorám, rey de Judá. (II Reyes 8, 25)

  • Él fue con Jorám, hijo de Ajab, a combatir contra Jazael, rey de Arám, a Ramot de Galaad; pero los arameos hirieron a Jorám. (II Reyes 8, 28)

  • El rey Jorám volvió a Izreel, para hacerse curar de las heridas que le habían infligido los arameos en Ramá, cuando combatía contra Jazael, rey de Arám. Entonces Ocozías, hijo de Jorám, rey de Judá, bajó a Izreel para visitar a Jorám, hijo de Ajab, que estaba herido. (II Reyes 8, 29)


“Caminhe com alegria e com o coração o mais sincero e aberto que puder. E quando não conseguir manter esta santa alegria, ao menos não perca nunca o valor e a confiança em Deus.” São Padre Pio de Pietrelcina